Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». JUAN 6:35
Cuando los israelitas se escaparon de Egipto, pasaron muchos años viviendo en el desierto. Era un lugar difícil y salvaje, y los israelitas a menudo se quejaban con Moisés porque tenían hambre.
Un día, Dios le dijo a Moisés que enviaría pan del cielo. El pan se llamaba maná. Caería sobre el suelo como rocío. Todas las mañanas, el pueblo juntaría tanto maná como necesitara para ese día. El maná llenaría a la gente cuando lo comiera. Pero, como cualquier comida, necesitarían más al día siguiente.
El Nuevo Testamento comparte otra historia sobre el pan. Jesús hizo un milagro cuando usó cinco pancitos para alimentar a más de 5.000 personas hambrientas.
Después de ese milagro, muchos siguieron a Jesús. Él sabía que algunos lo seguían porque tenían hambre otra vez. ¡Esperaban recibir más comida!
Jesús les dijo que Dios lo había enviado del cielo, así como había enviado el maná muchos años antes. Jesús le dijo a la gente que Él era el «verdadero pan». Anunció que cualquiera que crea en El nunca más tendrá hambre. Pero los que escuchaban no entendieron que Jesús estaba hablando de un hambre espiritual.
Todos tienen un vacío en su interior que necesita ser lleno. Algunos intentan llenar ese vacío con mucho dinero o con popularidad. Pero nada en este mundo puede llenar nuestro vacío interior. Es un hambre espiritual que solo Jesús puede satisfacer.
Cuando decidimos seguir a Jesús, El sacia nuestra hambre espiritual. El «pan» que Jesús nos da es vida que dura para siempre. —CB
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Moisés le dio al pueblo instrucciones específicas para recoger el maná. Lee Éxodo 16:19-20 para ver lo que sucedió cuando algunas personas no escucharon.
DATO DIVERTIDO
Para las personas en la época bíblica, el pan era la principal fuente de alimento. En general, las mujeres hacían el pan. Eran necesarias unas tres horas todos los días para hacer suficiente pan para una familia de cinco personas.