¿Has tenido alguna vez un corderito en tus brazos? Su característica principal es la mansedumbre. Pero hay otras características que me hacen recordar a “otros corderitos”, los niños… Recuerdo cuando mis hijitas, y después mis nietos, escuchaban historias de Jesús. Parece que cuanto más las oían ¡más les gustaban! Los corderos son rumiantes, mastican una y otra vez el pastito fresco para asimilar los nutrientes, así como hacen los niños pequeños con el alimento espiritual.
¿Sabías que, al igual que con los niños, podemos saber la edad de los corderitos por sus dientes? Los corderos también tienen dientes de “leche” que son sustituidos por los permanentes.
Ve al espejo del baño y mira tus pupilas. ¿Qué forma tienen? Las del cordero son ¡rectangulares! Y mientras tú pasaste nueve meses en el vientre de tu madre para estar listo y nacer, los corderos lo hacen en cinco meses. Al igual que para el ser humano, la leche materna es esencial para el buen crecimiento de los corderitos. Otra similitud es que los corderitos son indefensos, por eso los adultos debemos cuidarlos. Soy maestra, y por muchos años he cuidado con amor a los corderitos que Dios puso en mi camino, para guiarlos por el buen camino.
No solo los maestros cristianos son guías puestos por el Señor para “apacentar corderos”. También están los padres, los abuelos, los maestros de Escuela Sabática, los dirigentes del Club de Aventureros y los pastores.