“¡Quiero caramelooooosssss!” se puede escuchar a veces en los supermercados. Es común que algunos niños, tal vez cansados y hambrientos, no sepan dominarse y comiencen a llamar la atención. Los padres muchas veces terminan cediendo, por la vergüenza que les produce.
Helen, la niña de nuestra historia, tuvo problemas parecidos. Cuando Helen nació, un 27 de junio, en la familia Keller, era una niñita sana y feliz. Pero, cuando tenía un año y medio, quedó sorda y ciega a causa de una enfermedad. Como no escuchaba nada, tampoco aprendió a hablar. Y así pasaba sus días, en completa oscuridad.
Helen era muy inteligente, y comenzó a darse cuenta de que era distinta a otras personas. Cuando tocaba los labios de los demás, y se daba cuenta de que podían comunicarse, entendía que ella no sabía qué estaban haciendo, y se enojaba. A veces esos enojos le hacían romper cosas o golpear a otros. Su madre trataba de contentarla dándole dulces, y toda la familia hacía lo que ella quería. Así, Helen se iba convirtiendo en una pequeña salvaje.
Pero cuando tiró a su hermanita bebé de la cuna, sus padres se dieron cuenta de que eso no podía continuar. Contrataron a una maestra especial para Helen, quien le enseñaría a comunicarse. Pero cuando la maestra, Anne Sullivan, llegó se dio cuenta de que no podría hacer nada con Helen, al menos hasta que le