La lealtad es un sentimiento de gratitud y fidelidad. Es un valor que genera compromiso y desprendimiento. Implica darse uno mismo, y actuar con la mejor intención. En la lealtad no hay mezquindad, pero a veces somos mezquinos porque somos más leales a lo que “nos parece” que a lo que Dios pide.
Nos parece que dar un billete en la ofrenda es mucho, pero ese mismo billete resulta poco cuando queremos comprar algo.
Nos parece larga una hora cuando alabamos a Dios, pero ¡tan corta cuando jugamos!
Nos parece que es difícil leer un capítulo de la Biblia, pero ¡qué fácil es leer muchas páginas de una historieta!
Nos parecen largas las dos horas que estamos en la iglesia, pero ¡qué cortas se hacen cuando vemos Netflix!
Nos parece que no puedes pensar en algo que decir cuando oramos, pero las palabras salen con facilidad para criticar a alguien.
Nos parece tan emocionante cuando hay tiempo extra en un partido, pero nos quejamos cuando el sermón se alarga.
Nos parece que debemos llegar temprano para conseguir asientos en la primera fila de un evento, pero en los servicios de la iglesia nos peleamos por asientos en la fila de atrás.