encuentro con Jesús, decidió seguirlo. “¡Tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el rey de Israel!”, le dijo. Con su mirada limpia y corazón puro, había podido reconocer fácilmente la pureza celestial. Jesús le respondió: “¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Mayores cosas verás”. Todos escuchaban con asombro. Comenzaba el ministerio de Jesús y eso era bueno.
Natanael, después llamado Bartolomé, era de esos amigos que uno quiere tener, pues es necesario, indispensable. ¿Y qué decir de Felipe? Un gran misionero. Un pescador de hombres. Alguien que no dijo una sola vez: “Ven y ve, he encontrado al Mesías”. También se lo dijo luego al etíope. ¿Recuerdas aquel viaje, en un carro? Felipe condujo al etíope a Jesús. En aquel carro, le explicó las profecías que hablaban del Hijo de Dios y sus sufrimientos para salvarnos.
Hace unos doce años, en Semana Santa en otro país, un niñito había invitado a más de ocho amiguitos a unas reuniones infantiles, que se llamaban “Ven y ve”. Venían todos juntos en un auto que manejaba el papá del niño. Recuerdo verlos bajar, uno detrás del otro, por la puerta de atrás. ¡Qué integridad la de ese niño, que no podía dejar de compartir la verdad que había encontrado!
¿Te gustaría atraer la mirada divina cada día? Jesús te dice: “Te vi, y yo estoy contigo todos los días hasta el fin”. Ámalo y sírvelo. Mirta