Las manos dicen mucho sobre una persona. Siempre me llenaban de ternura las manos de mi papá. Era un hombre muy trabajador y eso lo reflejaban sus manos. Era constructor. Cuando llegaba a casa después de la jornada, que comenzaba antes de que el sol saliera, y antes de higienizarse, humectaba sus manos con aceite y azúcar. No sé si tenía mucha base científica esa mezcla, pero recuerdo que corría a ayudarlo, proveyéndole lo necesario o vertiendo ambas cosas alternativamente. Me enternecían esas manos toscas, y admiraba que papá fuese tan trabajador.
Hubo una vez Alguien que no temió usar sus manos. Esas fueron manos que recordaremos por la eternidad. Vamos a recordar algunas virtudes de las manos de Jesús:
Manos de bendición. ¿Recuerdas cuando una gran multitud había estado escuchando a Jesús y al terminar el día ya no podían comprar alimentos? Jesús multiplicó la merienda que un niño compartió.
Manos de perdón. En Juan 8:11 se narra cómo un grupo acusaba a una mujer. El grupo esperaba ansioso la condena. Jesús escribió en la tierra los pecados de ellos y lentamente cada uno se retiró. Y ahí, Jesús expresó: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11).
Manos poderosas. En Mateo 14 se cuenta un incidente conmovedor. Pedro comienza a hundirse en el mar, exactamente cuando deja de mirar a Cristo. Su Maestro le había dicho que fuese a él, y al principio todo iba bien.