Hoy en la clase de Matemáticas de quinto grado tuvimos geometría. Hasta ahora habíamos estado viendo solo aritmética. Ya habían salido a la luz todos los conocimientos, muy bien guardados por cierto y que había que “desempolvar”. Pensar cómo resolver problemas, qué operaciones era más apropiado usar, números decimales, números fraccionarios, numeración romana, egipcia, maya. Pero hoy utilizamos por primera vez en el año los útiles de geometría. Relucientes transportadores, escuadras, reglas y, por supuesto, el compás. ¡Cómo les gusta a los chicos hacer circunferencias y luego pintar círculos! Grandes, chicos y medianos. Que se crucen y formen diseños originales.
Viendo el entusiasmo les di una hoja en blanco. El título de la actividad era: “Jugamos con el compás”. La consigna fue clara y orientadora: “Como más te guste y utilizando el compás, crea un diseño que tenga muchos círculos coloridos”. Cuando terminaron, los expusimos todos en el pasillo: eran obras de arte, ¡una galería de arte! Si bien la consigna fue una sola, todos los diseños fueron notablemente diferentes. Desde la distribución de los círculos, hasta los tamaños y las combinaciones de cruces y superposiciones… y ni hablar de los colores, todos fueron irrepetibles y únicos. ¿Por qué sucedió eso?
Nuestro Padre es creativo, y nosotros somos semejantes a Dios en este aspecto. Dios seguro se divirtió haciendo, por ejemplo, los copos de nieve. Podría haberlos hecho todos iguales, total ¿quién lo hubiera notado sino hasta que se crease el microscopio? O podría haber hecho los planetas y los soles todos iguales, ¿quién los observaría además de él? Pero fueron creados los telescopios