- abril 20, 2023
Jueves 20 de abril – TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA
TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA “ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de…
TEMAN A DIOS Y DENLE GLORIA
“ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!’ ” (Apoc. 14:12).
Jueves: 20 de Abril
LOS VENCEDORES DEL APOCALIPSIS
“ ‘¡Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús!’ ” (Apoc. 14:12). Esta es la descripción del pueblo fiel de Dios de los últimos días. No obstante, la única manera en que alguien puede guardar los mandamientos de Dios, en la antigüedad o ahora, es por la fe de Jesús. Fíjate que nuestro versículo no dice “fe en Jesús”, aunque eso es extremadamente importante. Pero esta expresión, “la fe de Jesús”, es algo más. Es la cualidad de la fe que permitió a Cristo ser victorioso sobre las tentaciones más feroces de Satanás. La fe es un don que recibe cada creyente. Cuando ejercemos la fe que el Espíritu Santo pone en nuestro corazón, esa fe crece. Vencemos, no por nuestra fuerza de voluntad, sino por el poder del Cristo viviente que obra por medio de nosotros. Vencemos no por lo que somos, sino por lo que él es.
Nosotros podemos vencer porque él venció. Podemos ser victoriosos porque él fue victorioso. Podemos triunfar sobre la tentación porque él triunfó sobre la tentación.
Lee Hebreos 4:14 al 16; y 7:25. ¿De qué manera podemos vencer y “temer a Dios” y “darle gloria” con nuestra vida?
Hebreos 4:14-16
14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Hebreos 7:25
25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
Jesús, el divino Hijo de Dios, ha vencido las artimañas del diablo. Enfrentó las tentaciones confiando en las promesas de Dios, entregando su voluntad a la voluntad del Padre y dependiendo del poder del Padre. Si confiamos en él, lo contemplamos y creemos en él, nosotros también podemos ser victoriosos. Jesús es todo para todos, y el mensaje de los tres ángeles gira alrededor de él. El mensaje del Apocalipsis es de victoria, no de derrota. Habla de un pueblo que venció por su gracia y su poder.
La palabra “vencer” se utiliza once veces de una forma u otra en el libro de Apocalipsis. En la visión de las siete iglesias que representan a la iglesia cristiana desde el siglo I hasta nuestros días, hay creyentes en cada generación que “ven[ce]n”, dice Juan. En el tiempo del fin, los que “venzan” heredarán todas las cosas (Apoc. 21:7). Esto no es legalismo. Es la victoria por medio de Jesucristo, cuya vida perfecta de justicia perfecta, y tan solo eso, es lo que les brinda la promesa de la vida eterna. Es fe en acción. Es la gracia transformadora y milagrosa en la vida del creyente.
¿Hay cosas en tu vida que deseas vencer? ¿Cómo podemos convertir los deseos en acción? ¿Qué pasos prácticos podemos dar para ser uno de los “vencedores” del Apocalipsis?
Comentarios Elena G.W
La única esperanza del pecador descansa plenamente sobre Cristo… Nuestra aceptación por Dios es segura únicamente mediante su Hijo amado, y las buenas obras no son más que el resultado de la obra de su amor que perdona el pecado. No son un crédito para nosotros, y no se nos reconoce ninguna cosa por nuestras buenas obras, por las cuales podamos reclamar alguna parte para la salvación de nuestras almas. La salvación es el libre don hecho al creyente, que le es dado únicamente por intermedio de Cristo. El alma afligida puede encontrar paz mediante la fe en Cristo… No puede presentar sus buenas obras como un recurso para la salvación de su alma (Nuestra elevada vocación, p. 120).
Hay hoy día miles que necesitan aprender la misma verdad que fue enseñada a Nicodemo por la serpiente levantada. Confían en que su obediencia a la ley de Dios los recomienda a su favor. Cuando se los invita a mirar a Jesús y a creer que él los salva únicamente por su gracia, exclaman: «¿Cómo puede esto hacerse?»
Como Nicodemo, debemos estar dispuestos a entrar en la vida de la misma manera que el primero de los pecadores. Fuera de Cristo, «no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos». Hechos 4:12. Por la fe, recibimos la gracia de Dios; pero la fe no es nuestro Salvador. No nos gana nada. Es la mano por la cual nos asimos de Cristo y nos apropiamos sus méritos, el remedio por el pecado. Y ni siquiera podemos arrepentirnos sin la ayuda del Espíritu de Dios. La Escritura dice de Cristo: «A este ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de pecados». Hechos 5:31. El arrepentimiento proviene de Cristo tan ciertamente como el perdón (El Deseado de todas las gentes, p. 147).
Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 1 Juan 5:4…
[L]as tentaciones de Satanás no tienen poder sobre aquellos que consideran a Jesús el Autor y Consumador de su fe. No puede hacer pecar a quien acepta por fe las virtudes de Aquel que fue tentado en todo como nosotros, pero que fue sin pecado…
El que se arrepiente de su pecado y acepta el don de la vida del Hijo de Dios, no puede ser vencido. Aferrándose por fe de la naturaleza divina llega a ser un hijo de Dios. Ora, cree. Cuando es tentado y probado, reclama el poder que da Cristo en virtud de su muerte, y vence por medio de su gracia. Cada pecador necesita comprender esto. Debe arrepentirse de su pecado, debe creer en el poder de Cristo, y aceptar ese poder, que salva y guarda de pecado.
Hay que permitir que la verdad penetre en el alma, porque así realizará la santificación del carácter. Refinará y elevará la vida y os preparará para las mansiones celestiales que Jesús ha ido a preparar para todos los que le aman (Sons and Daughters of God, p. 349; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 351).