Mis hijas, Emily y Melissa, aman los animales. Sueñan con tener algún día un refugio para perritos, gatitos y otros animales. En nuestra familia hemos cuidado gatos, pájaros, gusanos y caracoles; y hemos rescatado arañitas de ser aplastadas, sacándolas afuera por la ventana.
Hace un tiempo, mis hijas encontraron una cachorrita abandonada. La llevamos a casa para darle de comer, pero luego de verla tan indefensa, me dio mucha pena dejarla afuera solita, así que les dije que la podíamos tener hasta que encontráramos un hogar para ella. Decidieron llamarla Mía.
Le sacamos fotos y las publicamos en nuestras redes sociales, la ofrecimos a varias familias amigas, pero no pasaba nada. Una señora me contactó para llevarse a Mía. Felices, acordamos un momento de encuentro, pero nunca llegó. Por más que yo intenté varias veces contactarla para llevarle la perrita a su casa, no me contestó más. ¡Qué desilusión!
Habían pasado dos semanas. Nosotros ya teníamos una perrita, y las dos juntas hacían mucho lío. Nos estábamos empezando a preocupar. Al hacer nuestro culto familiar un martes, les dije a mis hijas:
–Chicas, oremos con fe para que Mía sea adoptada antes de que termine esta