¿Viste alguna vez cuando tu mami o tu papi cocinan? Es divertido, ¿verdad? Muchas veces, hasta quieres ayudar. Si es una receta con harinas verás que se usan medidas muy precisas y, para eso, se usa un medidor.
En la antigüedad no existían estos recipientes que indican las medidas. Los vendedores vendían “a ojo”. Así, si alguien compraba telas podía pedir diez palmos. Pero para medir había manos más grandes y otras muy pequeñas. ¿Serían iguales los retazos comprados? ¡Por supuesto que no!
Pero volvamos a las harinas. Sin duda que para esta compra había un recipiente estándar. Pero había vendedores muy pícaros que igual hacían trampa. Mira lo que dice la Palabra de Dios en Lucas 6:38: “Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante”.
Cuando mis niñas eran pequeñas, quizá de tu edad, hicimos este sencillo ejercicio. Jugando a ser vendedoras, tomamos un recipiente y pusimos harina. La taza parecía llena y ya no era posible que entrara algo más. Pero hicimos lo que dice el versículo, la remecimos. Cuando bajó el nivel, agregamos más harina. Ahora lo apretamos con la mano y ¡volvió a bajar el nivel! Y así, agregamos harina hasta que rebosó.