Hay situaciones en las que es fácil saber cuál es la voluntad de Dios. Pero no siempre existen reglas que determinen cómo hacer cada cosa. Dios nos ha dotado de libre albedrío; por eso cuando hablamos de que “todo me es lícito”, nos referimos a que Dios nos deja elegir. Sin embargo, hay situaciones en las que es bien claro que debemos seguir ciertas directivas, especialmente cuando somos pequeños.
Hoy en cuarto grado hicimos operaciones matemáticas. Las sumas, ¡geniales! Las restas, con un poco de dificultad. Las multiplicaciones, bastante bien; pero las divisiones estaban medio olvidadas. Digo “bastante bien” para la gran mayoría. Sin embargo, Antonio, que ingresó este año a la escuela, recibió desde marzo la indicación de repasar las tablas. Esta tarea fue reforzada en abril, mayo y junio y… por varios meses. Pero no fue cumplida, y para mañana deberá estudiar las tablas de a tres a la vez… ¡la del dos, la del tres y la del cuatro! ¿No hubiese sido mejor seguir las indicaciones de a poco, paso a paso?
“No todo edifica”. Aquí viene la segunda parte del versículo. Pensamos que nuestro descuido no nos va a alcanzar. Pero sí, llega… y como en este caso, ¡junto con las evaluaciones de fin de año!
Hay algunas indicaciones que me gustaría mencionarte sobre este asunto de qué es lo que nos conviene. Primero, no te dejes llevar por algo aunque te parezca