Sábado 24 de junio – PABLO Y LOS EFESIOS

PABLO Y LOS EFESIOS “Y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había…

 Sábado 24 de junio – PABLO Y LOS EFESIOS

PABLO Y LOS EFESIOS

“Y nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, que se había propuesto en Cristo, para que, llegado el tiempo, reuniera en él, bajo una sola cabeza, todo lo que está en el Cielo y lo que está en la tierra” (Efe. 1:9, 10).

Sábado: 24 de junio

PABLO Y LOS EFESIOS

Cuando escribimos algo, tenemos un propósito, y a veces es de peso. Abraham Lincoln, por ejemplo, escribió su famoso discurso de Gettysburg en 1863 después de la terrible devastación del combate de la Guerra Civil estadounidense que dejó un saldo de siete mil soldados muertos. En ese discurso, invocando a los padres fundadores, Lincoln expresó su creencia de que la Guerra Civil fue la prueba definitiva para saber si la nación fundada en 1776 perduraría o “desaparecerá de la Tierra”.

Pablo tiene un propósito profundo que motiva su carta. En parte debido al encarcelamiento de Pablo (Efe. 3:13; 6:20), y en parte debido a la continua persecución y las tentaciones, los efesios se sienten tentados al desánimo. Pablo les recuerda lo que ocurrió cuando se convirtieron: aceptaron a Cristo como su Salvador y llegaron a integrar la iglesia. Se convirtieron en el cuerpo de Cristo (Efe. 1:19–23; 4:1–16), en los materiales de construcción de un templo (Efe. 2:19–22), en la esposa de Cristo (Efe. 5:21–33) y en un ejército bien pertrechado (Efe. 6:10-20). Desempeñaban un papel estratégico en el cumplimiento del gran plan de Dios de unir todo en Cristo (Efe. 1:9, 10). Pablo escribe para señalar a los creyentes de Éfeso su identidad plena y sus privilegios como seguidores de Cristo.

Comentarios Elena G.W

Pablo era un ejemplo viviente de lo que debe ser cada cristiano. Vivía para la gloria de Dios. Sus palabras llegan resonando hasta nuestro tiempo: «Para mí el vivir es Cristo». «Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo». El que una vez fuera perseguidor de Cristo en la persona de sus santos, ahora exhibe ante el mundo la cruz de Cristo. El corazón de Pablo ardía de amor por las almas, y consagró todas sus energías para, la conversión de los hombres. Nunca vivió un obrero más abnegado, ferviente y perseverante. Su vida era Cristo; realizaba las obras de Cristo. Todas las bendiciones que recibía eran estimadas como otras tantas ventajas para ser usadas en bendecir a otros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1112).

En el concilio del cielo se dispuso que los hombres, aunque transgresores, no debían perecer en su desobediencia, sino que por medio de la fe en Cristo como su sustituto y fiador pudieran convertirse en los elegidos de Dios, predestinados para la adopción de hijos por Jesucristo y para él, según el puro afecto de su voluntad. Dios desea que todos los hombres sean salvos, pues ha dispuesto un amplio recurso al dar a su Hijo unigénito para pagar el rescate del hombre. Los que perezcan, perecerán porque se niegan a ser adoptados como hijos de Dios por medio de Cristo Jesús.

Antes de que se pusieran los fundamentos de la tierra, se hizo el pacto de que serían hijos de _Dios todos los que fueran obedientes, todos los que por medio de la abundante gracia proporcionada llegaran a ser santos en carácter y sin mancha delante de Dios, al apropiarse de esa gracia. Ese pacto, hecho desde la eternidad, fue dado a Abraham mil novecientos años antes de que viniera Cristo. ¡Con cuánto interés y con cuánta intensidad estudió Cristo en su humanidad a la raza humana para ver si los hombres aprovecharían el recurso ofrecido! (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1114).

Dios muestra a su pueblo todos los favores que ha prodigado a su Hijo al aceptar la gran expiación. Los que con amor han unido su empeño con Cristo, son aceptos en el Amado. Sufrieron con Cristo en su más profunda humillación, y la glorificación de él es de gran interés para ellos, porque son aceptos en él. Dios los ama como ama a su Hijo. Cristo, Emanuel, está entre Dios y el creyente revelando la gloria de Dios a sus elegidos y cubriendo sus defectos y transgresiones con las vestiduras de su propia justicia inmaculada (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 1115).

Elena G.W

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