El deudor, aterrorizado, cayó a sus pies y le suplicó:
–Mi rey, por favor, le suplico misericordia y paciencia, yo le pagaré todo.
Al ver esa escena y escuchar la súplica, el rey se conmovió y decidió perdonar la deuda. El hombre se apresuró a salir, antes de que el rey se arrepintiera de su gran acto de bondad, pero, al salir, se encontró frente a frente con uno de sus compañeros que le debía muy poco dinero. Al verlo, se le tiró encima y, agarrándolo, lo estrangulaba y le decía:
–Págame los cien centavos que me debes.
Su compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba:
–Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.
Pero este hombre endureció su malvado corazón y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo poco que le debía. Al verlo, sus compañeros quedaron espantados y fueron a contarle al rey. Inmediatamente el rey lo llamó y le dijo:
–¡Siervo malvado! Te perdoné una gran deuda. ¿No debías tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?
Esta vez no se salvó, porque el rey lo encerró de por vida. Qué contraste más grande. Hoy debes elegir estar de un lado o del otro. ¿Elegirás la bondad y el