Al cabo de tres meses, el rey y sus verdugos llegaron al taller. Todos quedaron sorprendidos al ver que adentro solo había una gran tela blanca.
–¿Aún no has hecho nada? ¡Ordenaré que te cuelguen del cuello! –dijo el rey.
El artista, sin decir palabra alguna, tomó pinceles, colores y los mezcló con una velocidad que sorprendió a todos. En un par de minutos, pintó el pavo real más hermoso que se hubiera visto. El rey quedó encantado, pero cuando se recuperó de la emoción, dijo:
–¡Eres el mejor!, pero haré que te cuelguen igual. ¿Por qué me has hecho esperar tanto si podías haberlo hecho en minutos? ¡Te has burlado de mí!
La puerta de la casa que conectaba al taller se abrió, y lo que vieron adentro fue aún más sorprendente. ¡Había miles y miles de dibujos de pavos reales, estudios anatómicos e innumerables intentos de cuadros, apuntes, libros sobre su crianza y un corral lleno de pavos reales!
La excelencia no estaba en la habilidad del artista, estaba en todo el esfuerzo y la preparación para conseguirlo. Elena de White nos dice que la utilidad de una persona depende de una mente disciplinada y el esfuerzo por alcanzar la más alta norma de excelencia física, mental y moral, aplicando los mejores métodos para lograrlo. El conocimiento y la confianza en Dios es fundamental, pero no reemplaza los esfuerzos que tengas que hacer para lograr la excelencia. ¡Recuérdalo siempre! Magaly