Cuenta una fábula que había un león que se encontraba descansando en la selva. Era un día caluroso y él solo deseaba dormir. Cuando se durmió profundamente, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león ni siquiera se perturbó por su presencia, así que el travieso ratón comenzó a subir por su nariz. Esto hizo que el león se despertara de muy mal humor. Empezó a gruñir, atrapó al ratón, y se preparó para comerlo.
–¡Perdóname! –suplicó el pobre ratón–. Por favor, déjame ir y algún día seguramente te lo pagaré.
Al león le resultó gracioso pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. ¡Ayudarlo a él, el rey de la selva! En su mente lo menospreciaba por ser pequeño y frágil. Pero fue generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras caminaba por el bosque, el león quedó atrapado en la red de un cazador. Era incapaz de liberarse y rugió fuertemente pidiendo ayuda. El ratón reconoció la voz y acudió rápidamente al lugar. Mordió una de las cuerdas que ataban al león, y así lo liberó de la trampa. ¡Cuán diferente pensaba ahora el león sobre el ratón!
Querido amiguito, es muy común que nos sintamos como el león. Algunos