16 de Noviembre – Amigo leal – Un Rayito De Luz Para Cada Día

“Mejor son dos que uno” (Eclesiastés 4:9 p.p., RVR 95). Había una vez un muchacho que recibió la terrible noticia…

 16 de Noviembre – Amigo leal – Un Rayito De Luz Para Cada Día

“Mejor son dos que uno” (Eclesiastés 4:9 p.p., RVR 95).

Había una vez un muchacho que recibió la terrible noticia de que su madre tenía un cáncer agresivo y necesitaba un tratamiento costoso para hacerle frente. El tratamiento comenzó bien por un tiempo, hasta que el dinero del muchacho se agotó y un día descubrió que no tenía fondos para seguir comprando las medicinas necesarias para su madre. Desesperado, llamó a su mejor amigo para pedirle ayuda. Su amigo le dijo que lo vuelva a contactar a la noche, pero que se quedara tranquilo, que él lo iba a ayudar.

A la noche, el muchacho volvió a llamar a su amigo, pero parecía que su celular estaba apagado. Siguió intentado varias veces y siempre igual. Pero ¿qué pasaba con su amigo? ¿Le habría dicho que lo llamara de noche simplemente para poder apagar el celular y no ser molestado? ¿Por qué no le dijo la verdad si era que no lo podía ayudar? Este, y muchos otros pensamientos se agolparon en la mente del desilusionado muchacho. ¿Tú qué pensarías de tu amigo en una situación similar?

Con el ánimo decaído, sin haber logrado comunicarse con su amigo, el muchacho se dirigió al hospital para seguir acompañando a su madre en ese duro momento y a la vez trató de pensar en cómo resolver su problema. Cuando entró a la habitación, se sorprendió al ver a su madre durmiendo tranquilamente y, en la mesita al lado de la cama, varias cajas con todos los medicamentos necesarios para su tratamiento. Incrédulo, se dirigió a la enfermería para saber qué había sucedido. ¡Y más se sorprendió al ver allí a su amigo!

–¿Qué haces aquí? He estado llamándote, y tu celular estaba apagado.

–Perdona, mi amigo, por no avisarte. Es que tuve que vender mi celular para poder ayudarte con las medicinas para tu madre. Luego de venderlo me dirigí aquí para comprar los medicamentos y, como no estabas, pedí ayuda a las enfermeras para saber qué comprar.

–Yo pensaba que estabas tratando de escapar de mí –confesó avergonzado el muchacho.

–Te dije que iba a ayudarte, y aquí estoy –le dijo el amigo.

¡Qué ejemplo! ¿Te gustaría tener un amigo así? Pero, por sobre todo, ¿estarías dispuesto tú a ser un amigo así? Pide en oración que Dios te ayude a poner en práctica el versículo de hoy. ¿Quieres tú también ser un amigo que sea como un hermano? Pídele a Dios que te ayude a ser leal. Gabriela

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