Sábado 13 de enero – EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA “El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el…

 Sábado 13 de enero – EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA

“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).

Sábado: 13 de enero

EL SEÑOR REINA

Salmos sostiene inquebrantablemente la creencia fundamental en el reinado soberano de Dios. El Señor creó y sostiene todo lo que ha creado. Él es el Rey soberano sobre todo el mundo, y lo gobierna con justicia y rectitud. Sus leyes y sus estatutos son buenos y dan vida a quienes los cumplen. El Señor es un Juez justo que se asegura de que el mundo permanezca bien ordenado, y lo hace recompensando a los justos y castigando a los impíos; pero según sus tiempos, no los nuestros.

El pacto de Dios con Israel desempeña un papel especial en la redención del mundo, porque anuncia la salvación del Señor. Él adoptó a Israel como su preciada posesión; de entre todas las naciones, hizo de Israel su pueblo. El Señor es fiel a su alianza y sigue cuidando de su rebaño a pesar de su infidelidad y, a veces, de su abierta rebelión.

Así, el gobierno soberano del Señor hace que el mundo esté firmemente establecido y seguro. Los salmistas quieren que el lector comprenda esta verdad fundamental. Con esta visión del mundo como faro, los salmistas buscan prosperar y servir a Dios con devoción absoluta.

Comentarios Elena G.W

Dios invita a los hombres a verle en las maravillas de los cielos. «Levantad en alto vuestros ojos —dice— y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio» Isaías 40:26. Dios quiere que estudiemos las obras del infinito, y aprendamos de ese estudio a amarle, reverenciarle y obedecerle. Los cielos y la tierra, con sus tesoros, enseñan las lecciones del amor de Dios, de su cuidado y poder.

Dios invita a sus criaturas a apartar su atención de la perplejidad que los rodea, y a admirar las obras de sus manos. Mientras las estudiamos, los ángeles del cielo estarán a nuestro lado para iluminar nuestra mente, y protegerla contra los engaños de Satanás…

El salmista declara: «Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová». Salmo 27:8… El Salmo 81 explica por qué fue dispersado Israel, por olvidarse de Dios, como las iglesias de nuestra tierra están olvidándole hoy. Considérense también los. Salmos 89, 90, 91, 92 y 93.

Estas cosas fueros escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado; ¿y no debieran ser estudiadas en nuestras escuelas? La Palabra de Dios contiene lecciones instructivas, dadas en reprensión, amonestación, estímulo y ricas promesas (Consejos para los maestros, pp. 441, 442).

Nuestro Dios tiene a su disposición el cielo y la tierra y sabe exactamente lo que necesitamos. Solo podemos ver hasta corta distancia delante de nosotros; mas «todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta». Hebreos 4:13. Por sobre las perturbaciones de la tierra está él entronizado; y todas las cosas están abiertas a su visión divina; y desde su grande y serena eternidad ordena aquello que su providencia ve que es lo mejor.

Ni siquiera un pajarillo cae al suelo sin que lo note el Padre. El odio de Satanás contra Dios le induce a deleitarse en destruir hasta los animales. Y solo por el cuidado protector de Dios son preservadas las aves para alegrarnos con sus cantos de gozo. Pero él no se olvida siquiera de los pajarillos. «Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos». Mateo 10:31 (Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 285).

Cuando se fija la atención sobre la cruz de Cristo, todo el ser se ennoblece. El conocimiento del amor del Salvador subyuga el alma, y eleva la mente por encima de las cosas del tiempo y los sentidos. Aprendamos a valorar todas las cosas temporales a la luz que brilla de la cruz. Esforcémonos por sondear las profundidades de humillación a las cuales descendió nuestro Salvador con el fin de hacer que el hombre poseyera las riquezas eternas. A medida que estudiamos el plan de redención, el corazón sentirá los latidos del amor del Salvador, y quedará cautivado por el encanto de su carácter (Exaltad a Jesús, p. 242).

Elena G.W

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