Martes 16 de enero – DIOS ES EL JUEZ – EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA “El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el…

 Martes 16 de enero – DIOS ES EL JUEZ –  EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA

“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).

Martes: 16 de enero

DIOS ES EL JUEZ

Lee Salmo 75. ¿Por qué es vana la jactancia de los impíos?

 

Salmos 75

1 Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, Pues cercano está tu nombre; Los hombres cuentan tus maravillas. Al tiempo que señalaré Yo juzgaré rectamente. Se arruinaban la tierra y sus moradores; Yo sostengo sus columnas. Selah Dije a los insensatos: No os infatuéis; Y a los impíos: No os enorgullezcáis; No hagáis alarde de vuestro poder; No habléis con cerviz erguida. Porque ni de oriente ni de occidente, Ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; A este humilla, y a aquel enaltece. Porque el cáliz está en la mano de Jehová, y el vino está fermentado, Lleno de mistura; y él derrama del mismo; Hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra. Pero yo siempre anunciaré Y cantaré alabanzas al Dios de Jacob. 10 Quebrantaré todo el poderío de los pecadores, Pero el poder del justo será exaltado.

Como Rey soberano, el Señor es también Legislador (Sal. 99:7) y Juez (Sal. 98:9; 97:2). Los impíos amenazan constantemente el orden justo que Dios estableció en el mundo, pero el Señor juzgará al mundo y pondrá fin al dominio del mal (Sal. 75:8-10; Sal. 96:13).

En Salmo 75, varias imágenes describen la destrucción irrevocable de los impíos. La imagen de una copa con vino tinto (Sal. 75:8) transmite la intensidad de la furia de Dios (Jer. 25:15; Apoc. 14:10). El corte de los cuernos de los impíos representa el fin de su poder y dominio, mientras que el poder de los justos será exaltado (Sal. 75:10). Dios tiene un “tiempo designado” (Sal. 75:2) para su juicio. Este juicio ejecutivo claramente tendrá lugar al final de los tiempos (Sal. 96:13; 1 Cor. 15:23-26).

El Señor sondea el corazón de las personas como parte de su juicio. Lee Salmo 14:2. Es una reminiscencia de Génesis 6:5 y 8. Ambos textos muestran que el examen que Dios hace de la vida de las personas y la búsqueda que realiza para ver a quiénes puede salvar preceden a la ejecución del juicio de Dios sobre el mundo. Este juicio a veces se denomina “Juicio Investigador”, cuando Dios defiende a los justos y decide el destino de los impíos.

¿Cómo funciona?

En primer lugar, Dios libera a su pueblo de los impíos (Sal. 97:10; 146:9) y corona a los humildes con la salvación (Sal. 149:4). En segundo lugar, los impíos que no se arrepienten son destruidos para siempre (Sal. 97:3). Algunos salmos describen poéticamente la inutilidad de las armas humanas contra el Juez divino (Sal. 76:3-6). El Señor es también un Dios que perdona, aunque castiga las maldades de la gente (Sal. 99:8). El pueblo de Dios, no solo los impíos, dará cuenta a Dios (Sal. 50:4; 135:14).

Salmos transmite la misma noción que se expresa en otros textos bíblicos, de que el juicio de Dios comienza con el pueblo de Dios y se extiende a toda la Tierra (Deut. 32:36; 1 Ped. 4:17). El salmista clama a Dios para que lo juzgue, pero confía en la justicia de Dios para que lo defienda (Sal. 7:8-11; 139:23, 24).

Salmos nos llama a alegrarnos a la espera de los juicios de Dios (Sal. 67:4; 96:10-13; 98:4-9). ¿En qué medida el juicio de Dios es una buena noticia para quienes están cubiertos por la sangre de Cristo?

Comentarios Elena G.W

Cuando venga Cristo, la tierra temblará delante de él, y los cielos se enrollarán como un pergamino, y todo monte y toda isla se removerá de su lugar. «Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez». Salmo 50:3-6. En vista del gran día de Dios, podemos ver que nuestra única seguridad se hallará en apartarse de todo pecado e iniquidad. Los que continúan en el pecado se encontrarán entre los que son condenados y perecen (Fe y obras, p. 120).

Dios lleva a los hombres a los lugares de prueba para ver si confiarán en un poder más allá y por encima de ellos mismos. El no mira como el hombre mira. A menudo tiene que desmenuzar las relaciones humanas y cambiar el orden que el hombre ha planeado, el cual es perfecto en la opinión del hombre. Lo que el hombre piensa que es para su provecho espiritual y temporal puede estar enteramente en desacuerdo con la experiencia que él debe tener a fin de ser un seguidor de Cristo. Su idea de su propio valor puede estar muy descaminada…

El carácter tiene que ser probado, de lo contrario habría muchos cristianos espurios que mantendrían una limpia apariencia de religión hasta que sus inclinaciones, sus deseos para hacer su propia voluntad, su orgullo y ambición, fueran contrariados. Cuando, por la autorización del Señor, les vienen pruebas agudas, su falta de religión genuina, de la mansedumbre y humildad de Cristo, los muestra necesitados de la obra del Espíritu Santo…

El cristiano verdadero mantiene su vista fija en aquel que escudriña el corazón y examina la voluntad, que requiere integridad completa. Su oración constante es: «Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno». Salmo 139:23, 24 (In Heavenly Places, p. 266; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 268).

En la descripción de la escena del juicio, cuando los justos reciben su recompensa, y se pasa sentencia sobre los malvados, se representa a los justos preguntándose qué han hecho para merecer tal recompensa. Pero abrigaron una constante fe en Cristo. En ellos moraba su Espíritu, y realizaron espontáneamente para Cristo, en la persona de sus santos, aquellos servicios que producen una recompensa segura. Pero nunca tuvieron el propósito de trabajar con el fin de recibir una compensación. Consideraron que su más alto honor consistía en trabajar como Cristo lo había hecho. Lo que hicieron fue llevado a cabo por amor a Cristo y a sus semejantes, y Aquel que se había identificado con la humanidad sufriente consideró estos actos de amor y compasión como si hubieran sido hechos para él (Exaltad a Jesús, p. 337).

Elena G.W

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