Sábado 27 de enero – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA “¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal.…

 Sábado 27 de enero – CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

“¿Cómo habíamos de cantar canción del Señor en tierra extraña?” (Sal. 137:4).

Sábado: 27 de enero

CÓMO CANTAR LA CANCIÓN DEL SEÑOR EN TIERRA EXTRAÑA

No necesitamos adentrarnos en el libro de Salmos para descubrir que los salmos se expresan en un mundo imperfecto, lleno de pecado, maldad, sufrimiento y muerte. La Creación, estable y dirigida por el Señor soberano y sus leyes justas, se ve constantemente amenazada por el mal. A medida que el pecado corrompe el mundo cada vez más, la Tierra se ha convertido más en una “tierra extraña” para el pueblo de Dios. Esta realidad le plantea un problema al salmista: ¿Cómo vivir una vida de fe en una tierra extraña?

Como ya hemos visto, los salmistas reconocen el gobierno soberano y el poder de Dios, así como sus justos juicios. Saben que Dios es la ayuda y el refugio eternos e infalibles en tiempos de angustia. Por eso, los salmistas se sienten a veces perplejos (¿quién no?) ante la aparente ausencia de Dios y la prosperidad del mal frente al Señor soberano y bueno. La naturaleza paradójica de los salmos como oraciones se demuestra en las respuestas de los salmistas al aparente silencio de Dios. En otras palabras, los salmistas responden a la aparente ausencia de Dios, así como a su presencia.

Comentarios Elena G.W

Cuando nos rodean las dificultades y las pruebas, deberíamos acudir a Dios y esperar confiadamente en Aquel que es poderoso para salvar y fuerte para librar. Debemos pedir la bendición de Dios si es que queremos recibirla. La oración es un deber y una necesidad; ¿pero no descuidamos la alabanza? ¿No deberíamos agradecer más a menudo al Dador de todas nuestras bendiciones? Necesitamos cultivar la gratitud. Deberíamos contemplar frecuentemente y volver a contar las mercedes de Dios, y alabar y glorificar su santo nombre, aun cuando experimentemos dolor y aflicción (Mensajes selectos, p. 306).

«La paz de Dios gobierne en vuestros corazones… y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales». Colosenses 3:15, 16. Así procedía Cristo. Con frecuencia era asaltado por la tentación, pero en vez de rendirse o alterarse, cantaba las alabanzas de Dios. Con cánticos espirituales detenía el torrente de palabras de aquellos a quienes Satanás estaba usando para crear contienda.

Cuando son tentados los que aman a Dios, canten himnos de alabanza a su Creador antes de hablar palabras de acusación y crítica. El Señor bendecirá a quienes así procuren la paz. Confiad en Dios. Tened cuidado de no darle al enemigo ventaja mediante vuestras palabras descuidadas. Contemplad siempre a Jesús. El es vuestra fortaleza (That I May Know Him, p. 185; parcialmente en A fin de conocerle, p. 187).

Cuando parece que dudamos del amor de Dios y desconfiamos de sus promesas, le deshonramos y contristamos su Espíritu Santo…

Cuando Satanás os tiente, no salga de vuestros labios una sola palabra de duda o tinieblas. Si elegís abrir la puerta a sus insinuaciones, vuestra mente se llenará de desconfianza y de rebeldes cavilaciones. Si habláis de vuestros sentimientos, cada duda que expreséis no solo reaccionará sobre vosotros mismos sino que será una semilla que germinará y dará fruto en la vida de otros, y acaso sea imposible contrarrestar la influencia de vuestras palabras. Tal vez podáis reponeros vosotros de la hora de la tentación y del lazo de Satanás; mas puede ser que otros que hayan sido dominados por vuestra influencia, no alcancen a escapar de la incredulidad que hayáis insinuado. ¡Cuánto importa que expresemos tan solo cosas que den fuerza espiritual y vida!…

Todos tenemos pruebas, aflicciones duras que sobrellevar y fuertes tentaciones que resistir. Pero no las contéis a los mortales, sino llevadlo todo a Dios, en oración. Tengamos por regla el no proferir una sola palabra de duda o desaliento. Podemos hacer mucho más para alumbrar el camino de los demás y sostener sus esfuerzos si hablamos palabras de esperanza y buen ánimo (El camino a Cristo, p. 1 18, 120).

Elena G.W

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