Hoy, 14 de febrero, se celebra en gran parte del mundo el Día del Amor y la Amistad; y, mientras escribo estas líneas, tengo 2.715 “amigos” en Facebook.
Este dato me hace replantearme el significado que damos a la palabra “amigo”, pues difícilmente puedo ver a esos amigos virtuales como “el instrumento mediante el cual Dios me revela las bellezas de todos los demás”.
Si, como escribió C. S. Lewis, la amistad es el plato fuerte de la vida, tiene que ser más profunda de lo que la cultura de las redes sociales nos quiere hacer pensar. Por eso, a la luz de la Biblia, ¿qué es la amistad? Te propongo reflexionar en los próximos días en esta experiencia humana única y maravillosa.
El primer dato resulta chocante: en el hebreo del Antiguo Testamento no existe una palabra para designar al “amigo”. Se usa la palabra rea, que se refiere al “cercano”, al “compañero”.16
Los traductores al español, según el contexto, tradujeron rea como “amigo” porque, al fin y al cabo, la cercanía y el compañerismo son dos características indispensables de la “amistad”. Analicémoslas.
“Cercanía”. Según la Biblia, la cercanía entre dos amigos es tal que “hay amigo más cercano que un hermano” (Prov. 18:24, Reina-Valera Gómez). Esa unidad no surge de la nada, sino de la confianza que se genera entre dos almas con intereses y afinidades comunes, que dedican tiempo a estar juntas.
La Biblia de Jerusalén traduce Deuteronomio 13:7 de esta preciosa manera: “Tu amigo, que es como tu propia alma”. ¡Tremendo el nivel de cercanía al cual la Biblia asocia la amistad!
“Compañerismo”. Según el Diccionario de la lengua española, compañera es “la persona que se acompaña con otra para algún fin, que tiene o corre una misma suerte con otra”.
En el caso del compañerismo cristiano, qué privilegio es poder caminar por la vida con esa amiga que comparte el fin último de tu existencia: la salvación. Como leemos en Amós 3:3: “Si dos caminan juntos, es porque están de acuerdo”. El acuerdo entre dos amigas cristianas es dar testimonio de Cristo.
Cicerón escribió: “Parece que suprimen del mundo el sol los que quitan de su vida la amistad”. Y es que una vida sin cercanía y compañerismo con otro ser humano sería una perpetua noche, sin luz ni calor.
Gracias, Señor, por el don de la amistad.
“Tu amigo, que es como tu propia alma” (Deut. 13:7, BJ).
16 José Vílchez, Dios, nuestro amigo (Pamplona: Editorial Verbo Divino, 2003).