Un niño de Florida salió a darse un baño en el lago que había detrás de su casa. De un chapuzón, se zambulló en el agua, sin darse cuenta de que había un caimán. Su madre, desde la ventana de la casa, vio con horror lo que sucedía y salió corriendo para ayudar.
Por el camino iba gritándole para alarmarlo. Ante los gritos de mamá, el niño comenzó a nadar hacia la orilla, pero era tarde. Cuando la mamá logró agarrarlo por los brazos, el caimán le había atrapado las piernas.
La mujer, decidida a no dejar ir a su hijo, lo apretó con todas sus fuerzas, clavándole las uñas en sus bracitos. El caimán parecía ser más fuerte que ella, pero ella tenía la fuerza del amor por su pequeño.
De pronto, un hombre pasó por allí y vio la escena, se bajó del auto escopeta en mano y disparó al caimán. El niño, malherido, fue llevado al hospital; con el tiempo, pudo volver a caminar.
Meses después, un periodista lo entrevistó y, al final de las preguntas, le pidió que le dejara ver las cicatrices que tenía en las piernas. El niño se las mostró brevemente y, entonces, con gran orgullo, se levantó las mangas de la camisa para enseñarle los brazos.
“Estas son las cicatrices que importan, las que quiero que salgan en la foto. Las tengo porque mi mamá no me soltó”.
Todas las mujeres atravesamos situaciones en la vida que nos dejan cicatrices; lo malo es que, pasado el tiempo, cuando echamos la vista atrás, olvidamos darle el protagonismo a las que realmente importan, que son aquellas que nos han marcado para bien; aquellas que nos han enseñado a amar o nos han mostrado el amor de verdad.
Podemos y debemos ayudar a nuestra mente a centrarse en las marcas del amor y de las virtudes adquiridas gracias a la experiencia negativa. Es por ellas que hoy somos lo que somos.
Mi mensaje esta mañana es: “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender. […]
Piensen en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama.
Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Fil. 4:6-8). Piensa en todo lo que procede del amor.
“Piensen en toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza” (Fil. 4:8).
17 Indri Dumont, El pollo (La Paz, México: Editorial Chicome, 2012), pp. 25-27.