Domingo 19 de mayo – EL SANTUARIO CELESTIAL – LUZ DESDE EL SANTUARIO

LUZ DESDE EL SANTUARIO “Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó…

 Domingo 19 de mayo – EL SANTUARIO CELESTIAL – LUZ DESDE EL SANTUARIO

LUZ DESDE EL SANTUARIO

“Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en el cielo; y es ministro del santuario, de aquel verdadero santuario que levantó el Señor y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).

Domingo: 19 de mayo

EL SANTUARIO CELESTIAL

Lee Éxodo 25:8, 9 y 40; y Hebreos 8:1 al 6. ¿Qué dos santuarios se describen en estos versículos?

 

Éxodo 25:8-9 y 40

Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos. Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis.

40 Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.

 

Hebreos 8:1-6

1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.

Cuando los primeros creyentes adventistas escudriñaron las Escrituras en los meses posteriores a 1844, comprendieron que hay dos santuarios que se mencionan en la Biblia: el que construyó Moisés y el original en el Cielo. En la Biblia, el término “santuario” se refiere, primeramente, al tabernáculo construido por Moisés, como un modelo o “tipo” de las cosas celestiales; y, en segundo lugar, al “verdadero santuario” celestial, al cual señalaba el Santuario terrenal. Con la muerte y la intercesión de Cristo, el servicio típico perdió su importancia. El “verdadero santuario” celestial es el santuario del Nuevo Pacto. Y, como la profecía de Daniel 8:14 se cumple en esta era, el santuario al que se refiere debe ser el santuario del Nuevo Pacto.

 “Cuando terminaron los 2.300 días, en 1844, hacía muchos siglos que no había Santuario en la Tierra. De manera que la profecía: ‘Hasta dos mil y trescientas tardes y mañanas; entonces será purificado el Santuario’, se refiere indudablemente al santuario que está en el Cielo” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 469).

El Santuario del desierto era un modelo a escala del Santuario celestial. Los servicios del Santuario terrenal prefiguraban el plan divino de salvación. Cada sacrificio ofrecido representaba el sacrificio de Jesús en la Cruz del Calvario (ver Juan 1:29). Mediante el sacrificio de Cristo, somos libres de la condenación del pecado. El perdón es nuestro. Nuestra culpa desaparece cuando aceptamos el sacrificio de Jesús en nuestro favor y confesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9). Jesús no solo es el Cordero que murió por nosotros, sino también el Sacerdote que vive por nosotros.

Hebreos 7:25 explica: “Por eso Jesús puede salvar perpetuamente a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por ellos”. Él quita la culpa del pecado y nos salva del poder del pecado (Rom. 8:1-4; 2 Cor. 5:21). El ministerio de Jesús en el Santuario celestial es por nosotros. Como resultado de su intercesión, se quiebra el dominio del pecado sobre nuestra vida. Ya no estamos bajo la esclavitud de nuestra naturaleza pecaminosa. En Cristo somos libres: libres de la condenación del pecado y libres del control del pecado. Al aferrarnos a Cristo por la fe, tenemos la seguridad de la salvación.

¿Qué significa para ti saber que Jesús está en el Cielo ministrando en tu favor, es decir, que está allí intercediendo por ti? ¿Por qué necesitas un Mediador a tu favor? ¿Por qué esta verdad es una buena noticia?

Comentarios Elena G.W

¿Qué es la purificación del Santuario? En el Antiguo Testamento se hace mención de un servicio tal con referencia al Santuario terrenal. ¿Pero puede haber algo que purificar en el cielo? En el noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, se enseña a las claras la existencia de la purificación de ambos Santuarios, el terrenal y el celestial…

La purificación en ambos servicios, el simbólico y el real, debe efectuarse con sangre; en aquél con sangre de animales; en este, con la sangre de Cristo.

Esa purificación no se refería a impurezas materiales, puesto que se lo debía hacer con sangre, y por consiguiente debía de ser una purificación del pecado (The Faith I Live By, p. 206; parcialmente en La fe por la cual vivo, 19 de julio, p. 208).

Cristo era el fundamento de todo el sistema judaico. En el servicio del sacerdocio judío continuamente se nos recuerda el sacrificio y la intercesión de Cristo. Todos los que hoy acuden a Cristo, deben recordar que los méritos de él son el incienso que se mezcla con las oraciones de los que se arrepienten de sus pecados y reciben perdón, misericordia y gracia. Nuestra necesidad de la intercesión de Cristo es constante. Día tras día, mañana y tarde, el corazón humilde necesita elevar oraciones que recibirán respuestas de gracia, paz y gozo. «Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios»

Sí, Cristo se ha convertido en el intermediario de la oración entre el hombre y Dios. También se ha convertido en el intermediario de las tradiciones entre Dios y el hombre. Ha combinado la divinidad y la humanidad. Los hombres deben ser colaboradores con Dios en la salvación de sus propias almas, y luego deben hacer fervientes, perseverantes e incansables esfuerzos para salvar a los que están a punto de perecer (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1078).

Después de la caída Cristo se convirtió en el instructor de Adán. Actuó en lugar de Dios para con la humanidad, salvando a la raza de la muerte inmediata. Tomó sobre sí el oficio de mediador. A Adán y Eva se les concedió un tiempo de prueba para volver a su lealtad, y en este plan se abarcó a toda su posteridad.

Sin la expiación del Hijo de Dios no podría haber habido comunicación de bendición o salvación de Dios al hombre. Dios estaba celoso por el honor de su ley. La transgresión de la misma había causado una terrible separación entre Dios y el hombre. A Adán, en su inocencia, se le otorgaba comunión directa, libre y feliz con su Hacedor. Después de su transgresión, Dios se comunicaría con el hombre solo mediante Cristo y los ángeles (Conflicto y valor, p. 20).

Habiendo sufrido la completa penalidad por un mundo culpable, Jesús se constituyó en el Mediador entre Dios y el hombre, a fin de restaurar para el alma penitente el favor de Dios al proporcionarle la gracia de guardar la ley del Altísimo. Cristo no vino a abrogar la ley o los profetas, sino a cumplirlos hasta en la última letra. La expiación del Calvario vindicó la ley de Dios como santa, justa y verdadera, no solamente ante el mundo caído sino también ante el cielo y ante los mundos no caídos. Cristo vino a magnificar la ley y engrandecerla (Fe y obras, p. 122).

Elena G.W

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