Miércoles 22 de mayo – LA BUENA NOTICIA DEL LUGAR SANTÍSIMO – LUZ DESDE EL SANTUARIO

LUZ DESDE EL SANTUARIO “Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó…

 Miércoles 22 de mayo – LA BUENA NOTICIA DEL LUGAR SANTÍSIMO – LUZ DESDE EL SANTUARIO

LUZ DESDE EL SANTUARIO

“Lo principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un Sumo Sacerdote que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en el cielo; y es ministro del santuario, de aquel verdadero santuario que levantó el Señor y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).

Miércoles: 22 de mayo

LA BUENA NOTICIA DEL LUGAR SANTÍSIMO

Lee Hebreos 4:14 al 16 y 10:19 al 22. ¿Qué seguridad e invitación divinas nos ofrecen estos versículos a cada uno de nosotros?

 

Hebreos 4:14-16

14 Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

 

Hebreos 10:19-22

19 Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20 por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.

La observación de Pablo aquí, en Hebreos, es “mantente firme”, “acércate con confianza”, “nunca te rindas”, centra tu fe en Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote. En Jesús, tenemos todo lo que necesitamos. Por la fe podemos entrar en el Santuario celestial por el “camino nuevo y vivo” que Jesús nos abrió.

Al mirar dentro del atrio, vemos sangre en los cuernos del Altar de Bronce. En el Lugar Santo, vemos sangre en los cuernos de oro del Altar del Incienso. Contemplamos la sangre rociada sobre la cortina frente al Propiciatorio.

La sangre de Jesús prepara el camino a cada paso. Esto nos da esperanza, porque solo podemos reunirnos con Dios cuando Jesús nos perdona y borra nuestros pecados. La misericordia de Dios es infinita, pero también lo es su justicia. Y la justicia no puede aceptar el sacrificio de Cristo como expiación por nuestras transgresiones a menos que Jesús garantice primeramente que perdona nuestros pecados y, en segundo lugar, que los borra.

Lee Apocalipsis 11:19. En el contexto del Gran Conflicto, ¿por qué esta visión es significativa? ¿Cómo muestra el vínculo inseparable entre la Ley y el evangelio?

 

Apocalipsis 11:19

19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.

Aquí, en el brillo deslumbrante y la gloria resplandeciente de la presencia de Dios en la sala del Trono del universo, en la base misma del Trono de Dios, descubrimos la Ley de Dios en el Arca del Pacto. Aquí, en el Lugar Santísimo, se revelan la justicia y la misericordia de Dios. Ningún poder terrenal puede cambiar la Ley de Dios porque, entre otras razones, está depositada en el Arca del Pacto celestial. Hebreos 8:10 dice: “ ‘Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de esos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en la mente de ellos, las escribiré en sus corazones; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo’ ”. Al entrar por la fe en el Santuario celestial, encontramos el perdón de nuestros pecados pasados y el poder para vivir una vida obediente por medio de Cristo, que murió por nosotros y escribe la Ley en nuestro corazón. Jesús nos salva “perpetuamente” (Heb. 7:25). Jesús nos salva total y completamente del castigo del pecado y de su poder.

¿Por qué la intercesión de Jesús es una noticia increíblemente buena? Puesto que estamos ante la Ley como norma de justicia, ¿qué esperanza tendríamos sin el evangelio?

Comentarios Elena G.W

Tenemos a uno que es plenamente capaz, y siempre está dispuesto, a darnos la precisa ayuda que requerimos en el momento de necesidad. Se nos ha invitado a pedir la ayuda, a acudir con confianza al trono de la gracia, a pedir lo que queramos, para que nos sea hecho. Y si las palabras de Cristo permanecen en nosotros, somos los elegidos de Dios, y daremos fruto en la fe constante, acariciando la fe que obra por el amor y purifica el alma de toda contaminación moral. «Mucho fruto» es la evidencia de que las palabras de Cristo permanecen y obran en el interior (The Signs of the Times, 20 de febrero, 1896, párrafo 3).

Los que poseen esa fe que obra mediante el amor y purifica el alma, serán santificados en cuerpo, alma, espíritu e intelecto. Habrá un ministerio eficaz cuando el siervo de Dios se proponga como propósito de su vida asirse de la palabra de Dios con una determinación que nada pueda liberar, aferrarse a esa palabra, alimentarse de ella e impartirla a otros como palabra de vida.

Cuando confiemos plenamente en Cristo, nos daremos a nosotros mismos en ofrenda a Dios. Nuestra dependencia estará centrada en la virtud y en la intercesión de Cristo como nuestra única esperanza. No hay confusión, ni sospecha, puesto que por la fe vemos a Jesús, el enviado de Dios, cuya misión es lograr la reconciliación con los pecadores. Si deseamos creer solamente en Cristo, él está comprometido con un pacto solemne de mediar en favor de los que, por su intermedio, se acercan al Padre, con el propósito de garantizar su salvación. Este privilegio está garantizado si nos acercamos confiadamente el trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro (Letter 153, 1897; parcialmente en Recibiréis poder, p. 144).

En el nombre de Cristo ascienden al Padre nuestras peticiones. El intercede en nuestro favor, y el Padre deja abiertos todos los tesoros de su gracia para que podamos apropiarnos de ellos, gocemos de ellos y los comuniquemos a otros. Pedid en mi nombre, dice Cristo. No digo que yo oraré al Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama, porque me habéis amado. Haced uso de mi nombre. Esto dará eficacia a vuestras oraciones, y el Padre os dará las riquezas de su gracia. Por lo tanto, pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

¡Qué bondadosa condescendencia! ¡Qué privilegio se nos concede! Cristo es el eslabón que une a Dios con el hombre… Al acercarnos a Dios mediante la virtud de los méritos de Cristo nos ataviamos con sus vestiduras sacerdotales. Nos pone muy cerca de sí, abrazándonos con su brazo humano, mientras que con el brazo divino se aferra del trono del Infinito. El pone sus méritos, como suave incienso en un incensario, en nuestras manos, a fin de animar nuestras peticiones. El promete oír y responder nuestras súplicas. Sí, Cristo se ha convertido en el cauce de la oración entre el hombre y Dios. También se ha convertido en el cauce de bendición entre Dios y el hombre. Ha unido la divinidad con la humanidad (In Heavenly Places, p. 77; parcialmente en En los lugares celestiales, 11 de marzo, p. 79).

Elena G.W

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