El 17 de abril de 1975, tras la salida de Estados Unidos de Camboya, tomaron el poder en ese país los Jemeres Rojos. Esa organización liderada por Pol Pot, pretendía recuperar la cultura ancestral jemer.
Los cuatro años que duró su régimen han pasado tristemente a la historia por causa del genocidio atroz al que sometieron a la población camboyana. Parte de los grupos de población a los que mataron en masa -por considerarlos enemigos del estado- fueron todas las personas que usaban lentes.
Como lo oyes, miles de personas perdieron la vida por una razón absurda. La explicación -que no la justificación- que daban a esa locura era que las personas que llevaban anteojos eran intelectuales. Así las percibía el régimen. Como intelectuales, eran peligrosos y, como peligrosos, eran enemigos. Y basándose en ese simple estereotipo, se procedió a dar muerte a demasiada gente.
Es muy delgada la línea que existe entre pensar que lo que uno cree es lo correcto y sentirse superior a los demás, con derecho a discriminar. Aunque nosotras nunca llegaríamos a extremos tan aberrantes como los extremos a los que llegó Pol Pot, creernos en posesión de la razón absoluta -y en la imperativa necesidad de defender «nuestras verdades» de las opiniones ajenas- también nos lleva a vernos a nosotras mismas como superiores, y a los demás como «enemigos».
Y cuando el otro es mi enemigo, tengo dos opciones: o ponerme a la defensiva, o lanzarme al ataque. Es cuestión de supervivencia. Cualquiera de las dos opciones me mantiene en conflicto con quien no piensa como yo. El problema es que quien no piensa como yo es también un ser humano y también Jesús quiere atraerlo hacia sí.
Cuando Jesús nos habló tan claramente de la importancia de amar a nuestros «enemigos» -reales o imaginarios- nos señaló un principio elevadísimo. Y no solo nos lo señaló con palabras, sino con su propia vida de amor, compasión y bondad hacia buenos y malos, hacia creyentes e incrédulos.
Digamos, por usar la frase de hoy, que Jesús nos señaló la luna. Si nosotras, en vez de intentar vivir en ese ideal, nos limitamos a admirar a Jesús a la distancia mientras erguimos muros de separación con respecto a las personas que no piensan igual, estaremos simplemente mirando el dedo de Jesús, sin elevarnos a la altura que nos quiere llevar.
En materia de relaciones humanas, Jesús nos invita a elevarnos mucho más alto que los conceptos de este mundo. Jesús nos «señaló la luna» de amar sin hacer acepción de personas, no para que nos quedemos mirándola como un ideal inalcanzable, sino para que pasemos a la práctica.
¿Qué es pasar a la práctica? Es el amor en acción; es amar al enemigo; amar al diferente; amar, sin más y siempre. Aunque no piense como yo.
Yo [Jesús] les digo: Amen a sus enemigos» (Mateo 5:44).