Martes 13 de agosto – LA MONTAÑA Y LA MULTITUD – INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1 “Luego Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: ‘Si…

 Martes 13 de agosto – LA MONTAÑA Y LA MULTITUD – INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 1

“Luego Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’ ” (Mar. 8:34).

Martes: 13 de agosto

LA MONTAÑA Y LA MULTITUD

Lee Marcos 9:1 al 13. ¿Qué vieron Pedro, Santiago y Juan una noche con Jesús?

La predicción de Jesús en Marcos 9:1 de que algunos que estaban con él no gustarían la muerte antes de ver el Reino de Dios venir en gloria se cumplió pocos días después, cuando llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan a un alto monte. Allí se transfigura ante ellos con la gloria del Reino celestial.

Elías y Moisés descienden entonces del ámbito celestial y conversan con Jesús. Lucas destaca que hablaban de la partida (griego exodos) de Jesús, que habría de ocurrir en Jerusalén (Luc. 9:30, 31). De esta manera, la escena de gloria está ligada a la muerte de Jesús en la cruz (ver Mar. 9:9) y sería una fuente de esperanza cuando los discípulos lo vieran crucificado.

La mañana siguiente, tras la experiencia en el monte, los tres discípulos preguntaron a Jesús acerca de la venida previa de Elías. Esta idea está probablemente ligada a la expectación de que Elías reaparecería antes que el Mesías (compara con Mal. 4:5, 6). Jesús contesta que Elías ya ha venido, refiriéndose a Juan el Bautista. Así como mataron a Juan el Bautista, Jesús también moriría, pero habría de resucitar tres días después.

Tras la noche de gloria, la escena al pie del monte era un triste caos (ver Mar. 9:14-29). Los nueve discípulos habían encontrado a un muchacho endemoniado al que no pudieron sanar. Cuando Jesús aparece en la escena, todos corren a su encuentro. La historia sigue con un desarrollo acerca del poder del demonio sobre el joven. Jesús dedica lo que parece un considerable tiempo a inquirir acerca de los detalles de la posesión demoníaca. Resulta demasiado para el padre, quien exclama: “Si puedes algo, ayúdanos. Compadécete de nosotros” (Mar. 9:22).

Jesús capta inmediatamente la expresión de duda. La respuesta del Señor podría ser parafraseada de la siguiente manera: “¿Cómo que ‘si puedes’?” (Mar. 9:23). Súbitamente, como si fuera un relámpago, el padre percibe que no solo su hijo tiene un problema. Él mismo tiene un problema de incredulidad, y esta puede impedir que su hijo sea sanado. El desesperado padre se abandona a la misericordia de Jesús con la memorable frase: “Creo, ayuda mi incredulidad” (Mar. 9:24, RVR 1960). Y Jesús sana al muchacho.

¿En qué situaciones, si las hubo, has tenido que clamar: “Creo, ayuda mi incredulidad”? ¿Qué aprendiste de esas experiencias?

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