Martes 20 de agosto – LA MEJOR INVERSIÓN – INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2 “Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y…

 Martes 20 de agosto – LA MEJOR INVERSIÓN – INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2

INSTRUYENDO A LOS DISCÍPULOS: PARTE 2

“Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mar. 10:45).

Martes: 20 de agosto

LA MEJOR INVERSIÓN

Lee Marcos 10:17 al 31. ¿Qué lecciones cruciales acerca de la fe y del costo del discipulado para cualquier persona, rica o pobre, se revelan aquí?

 

Marcos 10:17-31

17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino solo uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. 20 Él entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. 28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. 29 Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

El abordaje del hombre indica su sinceridad y su respeto hacia Jesús. Corre, se postra ante él y formula la pregunta central para el destino de toda alma: ¿Cuáles son los requerimientos para heredar la vida eterna? Jesús responde remitiéndolo a la segunda tabla del Decálogo. Nuevamente el hombre muestra su idealismo diciendo que él ha guardado todo esto desde su juventud.

Marcos es el único de los cuatro evangelios que destaca el hecho de que Jesús amó al hombre. Hay algo interesante en el idealismo del hombre. Pero Jesús pone a prueba su sinceridad pidiéndole que venda todo lo que tiene y lo siga. El hombre se fue cabizbajo porque tenía muchas posesiones. No estaba, en verdad, guardando los Mandamientos. Quebrantó el primero al colocar algo por encima de Dios en su vida. Sus riquezas eran su ídolo.

Jesús explica luego cuán seductoras son las riquezas y que sería más fácil para un camello pasar por el diminuto orificio de una aguja que para un rico entrar en el Cielo.

Los discípulos están atónitos por las palabras de Jesús y se preguntan quién puede entonces ser salvo. Jesús da la estocada en Marcos 10:27: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios”.

Marcos 10:27 parece un hermoso lugar para concluir allí la historia: no puedes alcanzar el Cielo por ti mismo. Necesitas la gracia de Dios para ser salvo.

Pero entonces Pedro se despacha con que él y sus amigos han dejado todo para seguir a Jesús, quien responde que no importa qué ha dejado uno para seguirlo, eso es nada en comparación con lo que recibirá ahora y “en el mundo futuro” (Mar. 10:30, BP).

He aquí el punto: la muerte de Cristo es lo que resuelve el problema de la culpabilidad humana. Además, la gracia de Cristo y su victoria sobre la muerte al resucitar son lo que confiere el poder para obedecer sus mandamientos.

Lee Romanos 6:1 al 11. ¿Cómo revelan estos versículos la realidad de la gracia de Dios en nuestra vida, tanto al justificarnos como al hacernos nuevas personas en él?

Comentarios Elena G.W

¿No saben que cuando el joven rico se acercó a Cristo y le preguntó qué debía hacer para tener la vida eterna, Cristo le dijo que guardara los mandamientos? El joven contestó: «Todo esto lo he guardado». Pero el Señor quería que entendiera que esta lección se aplicaba a él. «¿Qué más me falta’?» Mateo 19:20. No percibía que había algo que se refería a él, o por qué no había de tener la vida eterna. «Lo he guardado», dijo. Ahora Cristo toca el punto débil de su corazón. Dice: «Ven, sígueme, y tendrás vida».

¿Qué hizo el joven? Se alejó muy triste, porque tenía muchas posesiones.

Ahora bien, él no había guardado los mandamientos en absoluto. Debería haber aceptado a Jesucristo como su Salvador, y haberse asido de su justicia. Entonces, al poseer la justicia de Cristo, hubiera podido guardar la ley de Dios. El joven magistrado no podía hollar la ley. Debía respetarla; debía amarla. Entonces Cristo habría aportado el poder divino para combinarlo con los esfuerzos humanos (Faith and Works, pp. 70, 71).

Los judíos casi habían perdido de vista la verdad de la abundante gracia de Dios. Los rabinos enseñaban que el favor divino había que ganarlo. Esperaban ganar la recompensa de los justos por sus propias obras. Así su culto era impulsado por un espíritu codicioso y mercenario. Aun los mismos discípulos de Cristo no estaban del todo libres de este espíritu, y el Salvador buscaba toda oportunidad para mostrarles su error…

En un lenguaje inconfundible, presenta la obediencia a ella como la condición de la vida eterna: la misma condición que se requería de Adán antes de su caída. El Señor no espera menos del alma ahora que lo que esperó del hombre en el paraíso: perfecta obediencia, justicia inmaculada. El requisito que se ha de llenar bajo el pacto de la gracia es tan amplio como el que se exigía en el Edén: la armonía con la ley de Dios, que es santa, justa y buena (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 322, 323).

El que se ama a sí mismo es un transgresor de la ley. Jesús deseaba revelarle esto al joven, y le dio una prueba que pondría de manifiesto el egoísmo de su corazón… [Pero] el joven no deseaba mayor iluminación. Había acariciado un ídolo en el alma; el mundo era su dios. Profesaba haber guardado los mandamientos, pero carecía del principio que es el mismo espíritu y la vida de todos ellos. No tenía un verdadero amor a Dios o al hombre. Esto significaba la carencia de algo que lo calificaría para entrar en el reino de los cielos. En su amor a sí mismo y a las ganancias mundanales estaba en desacuerdo con los principios del cielo. Cuando este joven príncipe vino a Jesús, su sinceridad y fervor ganaron el corazón del Salvador. «Mirándole, amóle». En este joven vio él a uno que podría ser útil como predicador de justicia. Él quería recibir a este noble y talentoso joven tan prestamente como recibió a los pobres pescadores que lo siguieron (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 323, 324).

Elena G.W

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