Todavía le quedaba uno a quien enviar, que era su hijo amado, y finalmente lo envió a ellos, pues pensó: «A mi hijo lo respetarán». MARCOS 12:6
Jesús contó una parábola sobre un hombre que plantó una viña, y preparó todo para que crecieran las uvas. Entonces, dejó que otros granjeros usaran la viña mientras él se iba.
Cuando llegó el tiempo de recoger las uvas, el dueño de la viña envió a un siervo a juntar lo que le correspondía. Pero cuando los granjeros lo vieron, lo golpearon. El siervo regresó con las manos vacías. Entonces, el dueño de la viña envió varios siervos más, pero los granjeros los lastimaron a todos.
Por último, al dueño le quedó una sola persona para mandar: su propio hijo. El hombre amaba mucho a su hijo, y esperaba que los granjeros no lo lastimaran. «Seguro que respetarán a mi hijo», pensó.
Pero cuando los granjeros vieron que el hijo se acercaba, hicieron un plan malvado. Este es el hijo del dueño; la viña será de él —se dijeron—. Si lo matamos, ¡será nuestra!». Entonces, los granjeros mataron al hijo del dueño de la viña.
La parábola de Jesús se trataba en realidad de cómo Dios había enviado profetas a los israelitas. Los profetas les dijeron cómo agradar a Dios; pero muchas veces, el pueblo no los escuchaba. Los hería y los mataba. Por último, Dios envió a su propio Hijo, Jesús, para salvar al pueblo. Pero los líderes judíos no aceptaron a Jesús. En cambio, lo mataron.
La Biblia nos dice quién es Jesús. Todos tienen la opción de aceptarlo o rechazarlo.
Cuando las personas creen en Jesús, la parábola triste del dueño de la viña se transforma en una historia con un final feliz. —TM
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DATO DIVERTIDO
La ley de Moisés permitía que los israelitas comieran algunas uvas de las viñas de sus vecinos. ¡Pero no podían llevarse las uvas en una cesta!