Domingo 22 de septiembre – REGOCIJO EN LA RESURRECCIÓN – EL SEÑOR RESUCITADO

EL SEÑOR RESUCITADO “Pero él les dijo: ‘No se asusten. Ustedes buscan a Jesús nazareno, que fue crucificado. ¡Ha resucitado!…

 Domingo 22 de septiembre – REGOCIJO EN LA RESURRECCIÓN – EL SEÑOR RESUCITADO

EL SEÑOR RESUCITADO

“Pero él les dijo: ‘No se asusten. Ustedes buscan a Jesús nazareno, que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto’ ” (Mar. 16:6).

Domingo: 22 de septiembre

REGOCIJO EN LA RESURRECCIÓN

Lee Marcos 15:42 a 16:6. ¿Qué ocurre aquí y por qué esta historia es tan relevante para el relato de la resurrección?

 

Marcos 15:42-16:6

42 Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, 43 José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. 45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, 46 el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían.

1 Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.

Los escritores de los cuatro evangelios coinciden en que Jesús murió en el día que identifican como “la preparación” (Mat. 27:62; Mar. 15:42; Luc. 23:54; Juan 19:14, 31, 42). La mayoría de los comentadores entienden la expresión como una referencia al período que se extiende entre el atardecer del jueves y el del viernes. Jesús murió el viernes de tarde y fue sepultado antes de la puesta de sol. Durante el sábado, descansó en la tumba.

También lo hicieron todos sus discípulos. “Y vueltas, prepararon aromas y perfumes. Pero reposaron el sábado, conforme al mandamiento” (Luc. 23:56), algo que habría sido extraño si Jesús hubiera disminuido la obligación de guardar el cuarto Mandamiento o si así lo hubieran entendido ellas.

El sábado de noche, las mujeres compraron especias y fueron el domingo de mañana al sepulcro con la intención de completar el procedimiento funerario acostumbrado. Por supuesto, ¡Jesús no estaba allí!

Desde tan temprano como el siglo segundo, el cristianismo consideró significativo el hecho de que Jesús resucitó en domingo. Esto se convirtió en el fundamento de la presunta sacralidad del domingo. Pero ¿es eso lo que el Nuevo Testamento enseña?

Lee Colosenses 2:10 al 12. ¿Cuál es el memorial de la resurrección de Jesús según el Nuevo Testamento?

 

Colosenses 2:10-12

10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. 11 En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 12 sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

No hay una sola palabra en la Biblia que sugiera la sacralidad del domingo como un recordatorio de la resurrección. Ese recordatorio es el bautismo. “Porque fuimos sepultados junto con él para muerte por medio del bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en nueva vida” (Rom. 6:4).

Independientemente de la teología errónea acerca del culto dominical, debemos como adventistas regocijarnos por la resurrección de Jesús, ocurrida el domingo de mañana. Jesús ha triunfado sobre la muerte en virtud de su muerte y resurrección, y es gracias a esta que estamos seguros de nuestra propia resurrección.

“¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia nos regeneró para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1 Ped. 1:3). Observa la certidumbre que Pedro tenía acerca de la resurrección de Jesús. ¿Cómo podemos nosotros tener esa misma certeza?

Comentarios Elena G.W

Las mujeres que habían seguido humildemente a Jesús en vida, no quisieron separarse de él hasta verlo sepultado en la tumba y esta cerrada con una pesadísima losa de piedra, para que sus enemigos no viniesen a robar el cuerpo. Pero no necesitaban temer, porque vi que las huestes angélicas vigilaban solícitamente el sepulcro de Jesús, esperando con vivo anhelo la orden de cumplir su parte en la obra de librar de su cárcel al Rey de gloria.

Los verdugos de Cristo temían que todavía pudiese volver a la vida y escapárseles de las manos, por lo que pidieron a Pilato una guardia de soldados para que cuidasen el sepulcro hasta el tercer día. Esto les fue concedido y fue sellada la losa de la entrada del sepulcro, a fin de que los discípulos no vinieran a llevarse el cuerpo y decir después que había resucitado de entre los muertos (Primeros escritos, p. 180).

Al brillar en torno del sepulcro la luz de los ángeles, más refulgente que el sol, los soldados de la guardia romana cayeron al suelo como muertos. Uno de los dos ángeles echó mano de la enorme losa y, empujándola a un lado de la entrada, sentóse encima. El otro ángel entró en la tumba y desenvolvió el lienzo que envolvía la cabeza de Jesús. Entonces, el ángel del cielo, con voz que hizo estremecer la tierra, exclamó: «Tú, Hijo de Dios, tu Padre te llama. ¡Sal!» La muerte no tuvo ya dominio sobre Jesús. Levantóse de entre los muertos, como triunfante vencedor. La hueste angélica contemplaba la escena con solemne admiración. Y al surgir Jesús del sepulcro, aquellos resplandecientes ángeles se postraron en tierra para adorarle, y le saludaron con cánticos triunfales de victoria.

Los ángeles de Satanás hubieron de huir ante la refulgente y penetrante luz de los ángeles celestiales, y amargamente se quejaron a su rey de que por violencia se les había arrebatado la presa, y Aquel a quien tanto odiaban había resucitado de entre los muertos. Satanás y sus huestes se habían ufanado de que su dominio sobre el hombre caído había hecho yacer en la tumba al Señor de la vida; pero su triunfo infernal duró poco, porque al resurgir Jesús de su cárcel como majestuoso vencedor, comprendió Satanás que después de un tiempo él mismo habría de morir y su reino pasaría al poder de su legítimo dueño (Primeros escritos, pp. 181, 182).

La resurrección de Jesús fue una muestra de la resurrección final de todos los que duermen en él. El cuerpo resucitado del Salvador, su porte, el acento de su voz, eran familiares para sus seguidores. En forma semejante se levantarán los que duerman en Jesús. Conoceremos a nuestros amigos así como los discípulos conocieron a Jesús. Aunque hayan quedado deformados o desfigurados en esta vida mortal, sin embargo en su cuerpo resucitado y glorificado se preservará su identidad individual, y reconoceremos a los que amamos por su rostro radiante con la luz que brilla del rostro de Jesús…

[H]asta esa hora de triunfo, cuando resuene la trompeta final y marche ese vasto ejército hacia la victoria eterna, todo santo que duerme estará en un lugar seguro, y será guardado como joya preciosa, a quien Dios conoce por su nombre (That I May Know Him, p. 362; parcialmente en A fin de conocerle, p. 361).

Elena G.W

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *