Sábado 28 de septiembre – SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO “También hizo Jesús muchas otras señales, en presencia de sus discípulos, que no están escritas…

 Sábado 28 de septiembre – SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

“También hizo Jesús muchas otras señales, en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero estas fueron escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él” (Juan 20:30, 31).

Sábado: 28 de septiembre

SEÑALES QUE INDICAN EL CAMINO

¿Por qué escribió Juan su Evangelio? ¿Quería enfatizar los milagros de Jesús o algunas de las enseñanzas específicas del Maestro? ¿Por qué escribió lo que escribió?

Bajo el poder y la influencia del Espíritu Santo, Juan explica por qué. Dice que, aunque se podrían escribir muchas cosas más sobre la vida de Cristo (Juan 21:25), los relatos que incluyó se escribieron “para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida por medio de él” (Juan 20:31).

Esta semana vamos a examinar en Juan algunos de los primeros milagros de Jesús: desde cómo convirtió el agua en vino en una boda hasta cómo devolvió la salud al hijo enfermo de alguien, pasando por la curación del hombre en el estanque de Betesda.

Juan llama “señales” a estos milagros. No se refiere a algo como una señal en la calle, sino a un acontecimiento milagroso que señala hacia una realidad más profunda: Jesús como Mesías. En todos estos relatos, vemos ejemplos de personas que respondieron por fe. Y sus ejemplos nos invitan a hacer lo mismo.

Comentarios Elena G.W

Como quien conoce el tema, Juan atribuye todo poder a Cristo y habla de su grandeza y majestad. Hace refulgir rayos divinos de preciosa verdad como la luz del sol. Presenta a Cristo como al único Mediador entre Dios y la humanidad.

La doctrina de la encarnación de Cristo en carne humana es un misterio, “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades”. Colosenses 1:26. Es el grande y profundo misterio de la piedad. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”. Juan 1:14. Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana, una naturaleza inferior a su naturaleza celestial. No hay nada que demuestre tanto como esto la maravillosa condescendencia de Dios. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Juan 3:16. Juan presenta este admirable tema con tal sencillez que todos pueden captar las ideas expuestas y ser iluminados (Mensajes selectos, t. 1, pp. 289, 290).

Lo que el habla es para el pensamiento, así lo es Cristo para el Padre invisible. Es la manifestación del Padre, y es llamado el Verbo de Dios. Dios envió a su Hijo al mundo, su divinidad revestida de humanidad, para que el hombre llevara la imagen del Dios invisible. Dio a conocer con sus palabras su carácter, su poder y majestad, la naturaleza y los atributos de Dios.

Como legislador, Jesús ejercía la autoridad de Dios; sus órdenes y decisiones eran apoyadas por el Soberano del trono eterno. La gloria del Padre era revelada en el Hijo. Cristo puso de manifiesto el carácter del Padre. Estaba tan perfectamente relacionado con Dios, tan completamente imbuido de su luz, que el que había visto al Hijo, había visto al Padre. Su voz era como la voz de Dios… Dice: “Yo soy en el Padre y el Padre en mí”. “Y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Juan 14:11; Mateo 11:27; Juan 14:9 (That I May Know Him, p. 38; parcialmente en A fin de conocerle, p. 40).

Cada milagro que Cristo realizaba era una señal de su divinidad. Él estaba haciendo la obra que había sido predicha acerca del Mesías, pero para los fariseos estas obras de misericordia eran una ofensa positiva. Los dirigentes judíos miraban con despiadada indiferencia el sufrimiento humano. En muchos casos, su egoísmo y opresión habían causado la aflicción que Cristo aliviaba. Así que sus milagros les eran un reproche.

Lo que indujo a los judíos a rechazar la obra del Salvador era la más alta evidencia de su carácter divino. El mayor significado de sus milagros se ve en el hecho de que eran para bendición de la humanidad. La más alta evidencia de que él provenía de Dios estriba en que su vida revelaba el carácter de Dios. Hacía las obras y pronunciaba las palabras de Dios. Una vida tal es el mayor de todos los milagros (El Deseado de todas las gentes, p. 373).

Elena G.W

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