Martes 29 de octubre – “SEÑOR, DAME DE ESA AGUA” – EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS “Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros…

 Martes 29 de octubre – “SEÑOR, DAME DE ESA AGUA” – EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

EL TESTIMONIO DE LOS SAMARITANOS

“Y decían a la mujer: ‘Ya no creemos solo por tu palabra, sino porque nosotros mismos lo hemos oído, y sabemos que en verdad este es el Salvador del mundo’ ” (Juan 4:42).

Martes: 29 de octubre

“SEÑOR, DAME DE ESA AGUA”

“Esparciré sobre ustedes agua limpia, y serán limpiados de todas sus inmundicias y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré mi Espíritu dentro de ustedes, y haré que anden en mis mandamientos, que guarden mis normas, y las cumplan” (Eze. 36:25-27).

¿De qué manera refleja Ezequiel 36:25 al 27 las verdades que Jesús trataba de comunicar a Nicodemo y a la mujer junto al pozo?

 

Ezequiel 36:25-27

25 Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. 26 Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27 Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

En ambos casos, Jesús procuraba alcanzar a estas personas con verdades espirituales, aunque usó ilustraciones del mundo natural para hacerlo.

Ninguna de las dos personas entendió en un principio lo que Jesús quería decir. ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo?, preguntó Nicodemo. Es decir, ¿cómo puede volver al vientre de su madre? Nicodemo pensaba en términos mundanos, terrenales, aunque Jesús le estaba señalando claramente la verdad espiritual. La mujer interpretó también las palabras de Jesús acerca del agua en un sentido literal, a pesar de que Jesús estaba hablando claramente de algo espiritual.

La respuesta de la mujer al ofrecimiento de agua viva por parte de Jesús fue: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15). Razonó que el agua que Jesús ofrecía le evitaría los viajes al pozo, reduciendo así el riesgo de enfrentarse a otros. Llama la atención el rápido giro de la conversación desde el pedido de agua por parte de Jesús hasta la solicitud de ella.

Lee Juan 4:16. ¿Cómo respondió Jesús a la petición de la mujer?

 

Juan 4:16

16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá.

Jesús cambia súbitamente el tema de la conversación y pide a la mujer que vaya a llamar a su marido y vuelva. ¿A qué se debe este repentino cambio de tema? Las acciones de la mujer denotaban evasión. Jesús pudo leer su corazón. Ella debía afrontar su situación para ser sanada de su condición. “Antes de que esa alma pudiese recibir el don que él anhelaba concederle, debía ser inducida a reconocer su pecado y su Salvador” (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 157).

Comentarios Elena G.W

La gran diferencia que había entre los judíos y los samaritanos se relacionaba con ciertas creencias religiosas, respecto a qué constituye el verdadero culto. Los fariseos no acostumbraban decir nada bueno de los samaritanos, sino que echaban sobre ellos sus más amargas maldiciones. Tan fuerte era la antipatía entre los judíos y los samaritanos, que a la mujer samaritana le pareció una cosa extraña que Cristo le pidiera de beber (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 313, 314).

El Príncipe de los maestros procuraba llegar al pueblo por medio de las cosas que le resultaban más familiares. Presentaba la verdad de un modo que la dejaba para siempre entretejida con los más santos recuerdos y simpatías de sus oyentes. Enseñaba de tal manera que les hacía sentir cuán completamente se identificaba con los intereses y la felicidad de ellos. Tan directa era su enseñanza, tan adecuadas sus ilustraciones, y sus palabras tan impregnadas de simpatía y alegría, que sus oyentes se quedaban embelesados. La sencillez y el fervor con que se dirigía a los necesitados santificaban cada una de sus palabras.

¡Qué vida atareada era la suya! Día tras día se le podía ver entrando en las humildes viviendas de los menesterosos y afligidos para dar esperanza al abatido y paz al angustiado. Henchido de misericordia, ternura y compasión, levantaba al agobiado y consolaba al afligido. Por doquiera iba, llevaba la bendición (El ministerio de curación, pp. 14, 15).

Jesús vino para impartir el Espíritu Santo al alma humana. Mediante ese Espíritu, el amor de Dios es difundido en el corazón, pero es imposible conceder el Espíritu Santo a los hombres que están cristalizados en sus ideas, cuyas doctrinas son todas estereotipadas e inmutables, que caminan de acuerdo con las tradiciones y mandamientos de los hombres, como lo hicieron los judíos en el tiempo de Cristo. Ellos eran muy minuciosos en los ritos de la iglesia, muy rigurosos en seguir sus formas, pero estaban destituidos de vitalidad y consagración religiosa.

Fueron representados por Cristo como los cueros secos que entonces se usaban como recipientes. El evangelio de Cristo no podía ser colocado en sus corazones, pues no había lugar para recibirlo. No podían ser los nuevos odres en los cuales él pudiera derramar su vino nuevo. Cristo estuvo obligado a buscar odres para su doctrina de verdad y vida entre otras personas que no eran los escribas y los fariseos. Tuvo que buscar hombres que estuvieran dispuestos a recibir la regeneración del corazón. Vino a dar nuevos corazones a los hombres. Él dijo: «Os daré corazón nuevo». Pero los que tenían justicia propia en aquellos días y los de estos días, no sentían ni sienten la necesidad de tener un corazón nuevo. Jesús pasó por alto a los escribas y fariseos porque no sentían la necesidad de un Salvador (Mensajes selectos, t. 1, pp. 452, 453).

Elena G.W

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