- diciembre 1, 2024
Domingo 1 de diciembre – LES HE DADO EJEMPLO – EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA “A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que…
EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
“A Dios nadie lo vio jamás. El Hijo único, que es Dios, que está en el seno del Padre, él lo dio a conocer” (Juan 1:18).
Domingo: 1 de diciembre
LES HE DADO EJEMPLO
El discurso de despedida (Juan 13-17) instruye a los discípulos de Jesús acerca del futuro. Su patrón literario es similar a la despedida de Moisés en Deuteronomio, a la bendición de Jacob a sus hijos (Gén. 47-49) o a las instrucciones de David a Salomón (1 Crón. 28, 29). Jesús consuela a sus discípulos respecto de su partida. Promete un Sustituto que lo representará (el Espíritu Santo; Juan 14-16). Predice el dolor que vendrá (Juan 15, 16) y exhorta a los discípulos a permanecer fieles (Juan 15).
Lee Juan 13:1 al 20. ¿Qué sucedió aquí y por qué esta historia es tan importante? ¿Qué lecciones quiso enseñar Jesús?
Juan 13:1-20
1 Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, 3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? 7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. 8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. 9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos. 12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis. 18 No hablo de todos vosotros; yo sé a quienes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar. 19 Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy. 20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
En el mundo bíblico de la época de Jesús, la gente usaba sandalias o caminaba descalza, por lo que los pies se ensuciaban con el polvo. Era costumbre que un criado o un esclavo lavara los pies de los invitados a comer. Pero ningún criado estaba presente para cumplir esa función la noche en que Jesús cenó por última vez con sus discípulos antes de ser arrestado.
Para sorpresa de todos, Jesús mismo se levantó y lavó sus pies. Juan 13:4 y 5 narra paso a paso las acciones del Maestro. El incidente se relata detalladamente para destacar el hecho de que el Maestro realizó este increíble acto de humildad.
Al registrar la respuesta de Pedro, Juan 13:8 al 11 profundiza en el sentimiento de consternación de los discípulos ante las acciones de Jesús, incomprensibles para ellos. ¿Cómo podía Jesús, el Maestro, el Mesías, realizar una tarea tan humilde? Pedro se negó a que le lavara los pies, y Jesús le dijo que si no se lo permitía no tendría nada que ver con él. Entonces, Pedro pidió que Jesús hiciera aún más por él, expresando su deseo de estar conectado con el Maestro hasta el final.
El significado de la acción de Jesús está ligado a quién es él. En Juan 13:13, Jesús afirma que es el Maestro y el Señor, títulos con los que ellos se dirigían a él y que expresan autoridad y poder.
Sin embargo, Jesús enseña que el poder y la autoridad deben usarse para servir, no para engrandecerse. De acuerdo con el ejemplo de Jesús, la Iglesia Adventista practica lo que denomina “el rito de humildad”, como preparación para la Cena del Señor.
¿Qué nos enseña el rito de humildad acerca de cómo seguir los pasos de Jesús y cómo servir humildemente a los demás?
Comentarios Elena G.W
Cristo dio a entender a sus discípulos que al lavarse los pies no se lavaban sus pecados, sino que la limpieza de su corazón se probaba en este servicio humilde. Si el corazón estaba limpio, este acto era suficientemente esencial para revelar ese hecho. Él le había lavado los pies a Judas, pero dijo: «No estáis limpios todos». En ese momento Judas poseía un corazón, traidor, y Cristo reveló a todos que sabía que él traicionaría a su Señor y que el lavamiento de sus pies no era un rito para limpiar el alma de su contaminación moral…
En el ejemplo de Cristo recibimos la lección de que el rito del lavamiento de los pies no debe ser postergado porque haya algunos falsos creyentes que no están limpios de sus pecados. Cristo conocía el corazón de Judas, y sin embargo le lavó los pies. El amor infinito no podía hacer más para que Judas se arrepintiera y para salvarlo de que diera ese paso fatal. Si ese acto de su Maestro, que se humilló para lavar los pies al peor de los pecadores, no le quebrantó el corazón, ¿qué más podía hacerse? Fue el último acto de amor que Jesús podía manifestar en favor de Judas. El amor infinito no podía obligar a Judas para que se arrepintiera, confesara sus pecados y fuera salvado. Se le concedió toda oportunidad. No se dejó de hacer nada que pudiera haber sido hecho para salvarlo de la trampa de Satanás (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, p. 1112).
El rito del lavamiento de los pies es un rito de servicio. Esta es la lección que el Señor quiere que todos aprendan y practiquen. Cuando este rito se celebra debidamente, los hijos de Dios participan de una santa relación mutua que es ayuda y bendición para ellos.
Para que los suyos no se extravíen por el egoísmo que está en el corazón natural y que se fortalece cuando se busca el bien propio. Cristo mismo nos dio un ejemplo de humildad. No dejaría este gran asunto en manos del hombre. Lo consideró de tanta importancia, que él mismo, Aquel que era igual a Dios, lavó los pies de sus discípulos [se cita Juan 13:13-171 (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista séptimo día, t. 5, pp. 1112, 1113).
Cuando Jesús se ciñó con una toalla para lavar el polvo de sus pies, deseó por este mismo acto lavar el enajenamiento, los celos y el orgullo de sus corazones. Esto era mucho más importante que lavar sus polvorientos pies. Con el espíritu que entonces manifestaban, ninguno de ellos estaba preparado para tener comunión con Cristo. Hasta que fuesen puestos en un estado de humildad y amor, no estaban preparados para participar en la cena pascual, o del servicio recordativo que Cristo estaba por instituir. Sus corazones debían ser limpiados. El orgullo y el egoísmo crean disensión y odio, pero Jesús se los quitó al lavarles los pies. Se realizó un cambio en sus sentimientos. Mirándolos, Jesús pudo decir: «Vosotros limpios estáis». Ahora sus corazones estaban unidos por el amor mutuo. Habían llegado a ser humildes y a estar dispuestos a ser enseñados. Excepto Judas, cada uno estaba listo para conceder a otro el lugar más elevado. Ahora, con corazones subyugados y agradecidos, podían recibir las palabras de Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 603).