En una oportunidad, antes de comenzar a predicar, el pastor Alejandro Bullón preguntó:
—¿Cuántos miembros tiene esta iglesia?
Una mujer levantó la mano y puntualizó:
—En esta iglesia ya no tenemos miembros, todos somos discípulos.
—¿Y cómo lograron algo tan extraordinario? —quiso saber Bullón, impresionado.
El anciano de iglesia, que estaba en la plataforma junto al pastor Bullón, le respondió:
—El año pasado tomamos un voto para cambiar de nomenclatura.40
“Miembro de iglesia” y “discípulo de Cristo” no son lo mismo. Ciertamente, pueden (y deben) darse ambas nomenclaturas en una misma persona, pero no siempre sucede así. ¿Cuál de ellas se aplica a tu experiencia cristiana actual?
Para dar una respuesta certera, definamos con precisión el significado de cada una.
Ser “miembro de iglesia” significa formar parte de una congregación religiosa, a la que se entra por medio del bautismo; ser “discípulo de Cristo” significa algo mucho más profundo, e impacta radicalmente la manera de vivir.
La palabra griega del Nuevo Testamento que se traduce como “discípulo” es mathetés, y hace referencia a la persona que sigue a un maestro para aprender de él. Un discípulo es, por tanto, un aprendiz.
En el caso del discipulado cristiano, se trata de tener como Maestro a Cristo, posicionándonos así a nosotros mismos como aprendices, no de vanas teorías, sino de una manera de vivir caracterizada por un caminar con Dios diariamente.
La esencia del discipulado es seguir al Maestro, aprender de él para reflejar cada vez más y mejor su elevada sabiduría. “El propósito de la invitación de Jesús a que lo siguieran no tenía como objetivo hacer crecer numéricamente la iglesia; era una invitación al compañerismo, a la comunión y al aprendizaje personal con él. El objetivo final era restaurar su carácter en los discípulos”.41
Jesús desea para ti algo mucho mejor y más profundo que el mero hecho de que seas miembro de su iglesia; lo que desea es hacer de ti un discípulo, para que vivas con sabiduría de lo alto. Ese es el método que él utiliza para preparar a un pueblo para su Segunda Venida. Y por si eso fuera poco, hay un extra: al ver a Jesús reflejado en ti, otros decidirán seguirlo también. Dime tú si ese no es un plan magistral.
“Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones” (Mat. 28:19, LBLA).
40 Alejandro Bullón, Mientras vamos: Aprendiendo del Maestro el discipulado auténtico (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 2021), p. 11.
41 Ibid, p. 14.