Al final del versículo 6 del capítulo 16 del libro de Génesis, leemos que Sara “comenzó a maltratar tanto a Agar” (NBV), “con tanta dureza, que al final ella huyó” (NTV). Sara “la afligía [a Agar]” (RVA-2015), “la humillaba” (RVC), tanto que el verbo original que se usa en este pasaje, ‘anah, es el mismo que se usa para describir el trato que Israel sufría en Egipto (Éxo. 1:12). En el caso de la esclavitud israelita, la mayoría de las traducciones al español usan la palabra “oprimir”.
Así que la Biblia nos presenta a una mujer, Agar, que estaba siendo oprimida por otra mujer, Sara, con quien compartía esposo. Evidentemente, ser oprimida genera tremenda infelicidad.
La causa de la opresión que estaba siendo infringida sobre Agar era la incapacidad de Sara de manejar sus emociones, resultantes de una mala decisión que ella misma había tomado: pedirle a su esposo que tuviera descendencia con Agar.
A veces la opresión (el maltrato, la humillación) llega a nuestra vida de manos de alguien de nuestra familia, de nuestra fe, de nuestro lugar de trabajo, o de labios de quien nos necesita pero no sabe gestionar lo que siente ante lo que somos en su vida. Ese era el caso entre Sara y Agar; ¿cuál es tu caso? ¿Será que existe alguien en tu entorno que te está oprimiendo, maltratando y humillando?
Si es así, te traigo esta mañana esperanza de manos del pasaje de Génesis 16. Agar se va, y el Señor le sale al encuentro, llamándola de la siguiente manera: “Agar, sierva de Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde vas?” (Génenesis 16:8, RVR95). Este es el único lugar de la Biblia donde Dios se dirige a una mujer por su nombre. En el diálogo que sigue, Dios le dice a Agar: “Darás a luz un hijo. Lo llamarás Ismael (que significa “Dios oye”), porque el Señor ha oído tu clamor de angustia” (vers. 11, NTV). Esa es la maravillosa noticia: Dios oye a una mujer que sufre.
Querida amiga que hoy estás sufriendo, quiero decirte que Dios te oye en tu dolor, cuando vas a él en oración. En tu infelicidad, puedes confiar en que no estás sola. Ese solo hecho puede levantar tu corazón y llenarlo del gozo indescriptible en medio del dolor que solo Dios sabe dar.
Por eso, “no te aflijas por nada, sino preséntaselo todo a Dios en oración; pídele, y dale gracias también. Así Dios te dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará tu corazón y tus pensamientos por medio de Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7).
“El Señor ha oído tu clamor de angustia” (Génesis 16:11, NTV).