Domingo 1 de septiembre – DOS PEQUEÑAS MONEDAS COMO OFRENDA – LOS ÚLTIMOS DÍAS

LOS ÚLTIMOS DÍAS “Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Entonces…

 Domingo 1 de septiembre – DOS PEQUEÑAS MONEDAS COMO OFRENDA – LOS ÚLTIMOS DÍAS

LOS ÚLTIMOS DÍAS

“Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en las nubes con gran poder y gloria. Entonces él enviará a sus ángeles y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mar. 13: 26, 27).

Domingo 1 de septiembre

DOS PEQUEÑAS MONEDAS COMO OFRENDA

Lee Marcos 12:41 al 44. ¿Cuánto dio la viuda y qué dijo Jesús al respecto?

 

Marcos 12:41-44

41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. 43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; 44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero esta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

El Templo de Jerusalén era una estructura asombrosamente bella. El monte del Templo dominaba la ciudad, y las masivas piedras de su construcción, algunas de las cuales pesan centenares de toneladas, son una maravilla hasta hoy. La remodelación del Templo y del monte sobre el que se asentaba comenzó bajo Herodes el Grande alrededor del año 20 a.C., pero la construcción y el embellecimiento de la estructura continuaron hasta el año 60 de nuestra era.

Muchas personas traían cuantiosas ofrendas para depositarlas en trece canastas ubicadas en el Patio de las Mujeres, cerca del Templo. Jesús estaba sentado allí cuando vio a la viuda aproximarse y dejar dos lepta, el equivalente a 1/32 parte de un denario, la paga diaria usual de un jornalero. Por lo tanto, la ofrenda de esta mujer fue muy pequeña.

Jesús, sin embargo, quedó impresionado por su ofrenda. Muchas personas ricas traían grandes sumas, pero él no comentó acerca de sus donativos mientras los depositaban. En cambio, la ofrenda de esta viuda provocó su alabanza. Él declara que ella puso más que todos los demás. ¿Cómo es esto posible? Jesús destaca que ellos dieron de su abundancia, pero ella dio de su pobreza. A ellos les quedaba mucho aún, pero ella entregó todo lo que tenía para su subsistencia. Esto hace que su ofrenda resulte exorbitante, aun cuando su valor monetario era minúsculo.

Esta historia contiene una profunda lección acerca de la administración de los recursos. Dar para la causa de Dios no es algo que depende de las acciones de los dirigentes para tener validez. La dirigencia del Templo era corrupta, pero Jesús no avaló la retención de ofrendas. Si alguna vez hubo líderes religiosos corruptos (¿Caifás? ¿Anás?), los de ese momento estaban entre los peores. Jesús también lo sabía.

Es verdad que los líderes tienen la sagrada responsabilidad de usar los recursos en armonía con la voluntad de Dios, pero aun si no lo hacen, quienes dan para la causa de Dios son de todos modos bendecidos en su dadivosidad, así como lo fue esta mujer.

Por otra parte, retener diezmos y ofrendas cuando los líderes cometen faltas significa que la dadivosidad está atada a las acciones de ellos en lugar de ser una expresión de gratitud hacia Dios. Independientemente de cuán tentador sea ese proceder, es erróneo.

¿Qué debería enseñarnos esta historia acerca de la importancia de ser fieles en lo que damos para la causa del Señor?

Comentarios Elena G.W

La viuda pobre que echó dos blancas en la tesorería del Señor, mostró amor, fe y benevolencia. Dio todo lo que tenía, confiándose al cuidado de Dios para el incierto futuro. Nuestro Salvador manifestó que su pequeña dádiva fue la mayor que aquel día entró en la tesorería. Su precio fue medido no por el valor de la moneda, sino por la pureza del motivo que la impulsaba.

La bendición de Dios sobre la sincera ofrenda la ha transformado en fuente de grandes resultados. La blanca de la viuda ha sido como una minúscula corriente que fluye a través de las edades, ensanchando y profundizando su cauce, y que contribuye en miles de direcciones a la extensión de la verdad y al alivio de los necesitados.

La influencia de aquella pequeña dádiva ha actuado y reaccionado sobre miles de corazones en cada época y en cada país. Como resultado, innumerables dádivas han fluido a la tesorería del Señor de parte de pobres dadivosos y abnegados. Y más, el ejemplo de la viuda ha estimulado a la buenas obras a miles que viven con holgura, que son egoístas y que dudan, y sus dones también han ido a engrosar el valor de la ofrenda de ella (Reflejemos a Jesús, p. 260).

El Salvador llamó a sí a sus discípulos, y les pidió que notasen la pobreza de la viuda. Entonces sus palabras de elogio cayeron en los oídos de ella: «De cierto os digo, que esta pobre viuda echó más que todos». Lágrimas de gozo llenaron sus ojos al sentir que su acto era comprendido y apreciado. Muchos le habrían aconsejado que guardase su pitanza para su propio uso. Puesto en las manos de los bien alimentados sacerdotes, se perdería de vista entre los muchos y costosos donativos traídos a la tesorería. Pero Jesús comprendía el motivo de ella. Ella creía que el servicio del templo era ordenado por Dios, y anhelaba hacer cuanto pudiese para sostenerlo. Hizo lo que pudo, y su acto había de ser un monumento a su memoria para todos los tiempos, y su gozo en la eternidad. Su corazón acompañó a su donativo, cuyo valor se había de estimar, no por el de la moneda, sino por el amor hacia Dios y el interés en su obra que había impulsado la acción (Exaltad a Jesús, p. 82).

Dios quiere que el ejercicio de la benevolencia sea puramente voluntario, no recurriendo siquiera a apelaciones elocuentes para estimular la generosidad. «Dios ama al dador alegre». 2 Corintios 9:7. No le agrada tener reabastecida su tesorería con recursos que se han dado en forma forzada. Los corazones leales de su pueblo, al regocijarse en la verdad salvadora para este tiempo, mediante el amor y la gratitud a él por esta preciosa luz, desearán ansiosamente ayudar con sus medios para enviar la verdad a otros. La mejor manera por la cual expresamos nuestro amor a nuestro Redentor es dando ofrendas para traer almas al conocimiento de la verdad. El plan de redención fue enteramente voluntario de parte de nuestro Redentor, y es el propósito de Cristo que toda nuestra benevolencia consista en ofrendas de buena voluntad (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 453, 454).

Elena G.W

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