Domingo 14 de enero – EL SEÑOR NOS HIZO – EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA “El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el…

 Domingo 14 de enero – EL SEÑOR NOS HIZO –  EL SEÑOR REINA

EL SEÑOR REINA

“El Señor reina, se vistió de majestad. El Señor se vistió, se ciñó de fortaleza. Afirmó el mundo, y no se moverá” (Sal. 93:1).

Domingo: 14 de enero

EL SEÑOR NOS HIZO

Lee Salmos 8 y 100. ¿Cómo se describe a Dios y a las personas en estos salmos? ¿Qué revelan acerca del carácter de Dios?

 

Salmos 8

1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

 

Salmos 100

1 Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo. Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre. Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones.

La Creación desempeña un papel crucial en Salmos, al defender la soberanía de Dios. Los cielos, que son “obra de sus manos”, proclaman su gloria y su poder (Sal. 19:1-4; 97:6). El nombre de Dios es majestuoso en toda la Tierra (Sal. 8:1, 9). El Señor lo ha creado todo; no tiene principio (Sal. 93:2) ni fin (Sal. 102:25-27). Él es eterno y superior a los dioses de las naciones, que son solo “obra de manos de hombres” (Sal. 115:4), nada más. Los ídolos “manos tienen, pero no palpan” (Sal. 115:7); mientras que, “en su mano [del Señor] están las profundidades de la tierra […] y sus manos formaron la tierra firme” (Sal. 95:4, 5).

Varios salmos describen el poder de Dios sobre las fuerzas de la naturaleza, que otras naciones consideraban divinas (por ejemplo, Sal. 29; 93; 104). Estos salmos reafirman la aseveración de que el Señor reina sobre toda la Creación y es supremo en poder y dignidad. Salmo 100:3 ataca una forma sutil de idolatría: la autosuficiencia, subrayando que Dios nos hizo, “y no nosotros a nosotros mismos” (RVR 1960).

La Creación también da testimonio del amor de Dios. Todo lo que existe debe su existencia a Dios, quien también sustenta la vida (Sal. 95:7; 147:4-9). Notemos que Dios no solamente otorgó la existencia a la humanidad, sino además hizo del antiguo Israel “pueblo suyo […], ovejas de su prado” (Sal. 100:3). La noción de que son “pueblo suyo” y “ovejas de su prado” revela el deseo de Dios de mantener una estrecha relación con su pueblo.

Únicamente el Creador tiene el poder de bendecir y hacer crecer a su pueblo y, por lo tanto, él es el único digno de su adoración y confianza. Numerosos salmos llaman a todo lo que respira, a toda la tierra, al mar y a todo lo que hay en ella, a gritar de alegría ante el Señor.

La gloria de Dios se ve en la Creación, incluso en la Creación terrenal caída, y Salmos nos señala que únicamente Dios es digno de adoración.

“¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, y el hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?” (Sal. 8:4). ¿Cuál es tu respuesta a Dios como tu Creador? Cuando Dios llama a las estrellas por su nombre (Sal. 147:4), ¿cuánto más crees que Dios se preocupa por ti?

Comentarios Elena G.W

Las bellezas de la naturaleza son un tema para la contemplación. Al estudiar la hermosura natural que nos rodea, la mente es transportada mediante la naturaleza al Autor de todo lo bello. Todas las obras de Dios hablan a nuestros sentidos, magnificando su poder, exaltando su sabiduría. Cada cosa creada tiene en ella encantos que interesan al hijo de Dios y moldean su gusto para considerar estas evidencias preciosas del amor de Dios por encima de las obras de la habilidad humana.

El profeta, en palabras de resplandeciente fervor, magnifica a Dios en sus obras creadas: «Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» Salmo 8:3, 4. «¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas». Salmo 8:9; 9:1 (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 416).

Continuamente Dios sostiene y emplea como ministros suyos las cosas que hizo. Obra por medio de las leyes de la naturaleza, que le sirven de instrumento, pero no actúan automáticamente. La naturaleza atestigua la presencia inteligente y la intervención activa de un Ser que obra en todo según su voluntad.

No es por medio de una fuerza inherente como año tras año la tierra suministra sus dones y sigue su marcha alrededor del sol. La mano del Infinito obra perpetuamente para guiar el planeta. El poder de Dios, en constante ejercicio, hace que la tierra conserve su posición en su rotación. Es Dios quien dispone que el sol salga y se levante en los cielos. Es Dios quien abre las ventanas de los cielos y da la lluvia (El ministerio de curación, pp. 323, 324).

Por medio de los agentes naturales, Dios trabaja, día tras día, hora tras hora y a cada momento, para conservarnos vivos, para levantarnos y restaurarnos. En cuanto alguna parte del cuerpo sufre perjuicio, empieza el proceso de curación; los agentes naturales son puestos a trabajar para restablecer la salud. Pero el poder que obra por medio de estos agentes es el poder de Dios. Todo poder capaz de dar vida procede de él. Cuando alguien se repone de su enfermedad, es Dios quien lo sana.

«La enfermedad, el padecimiento, y la muerte son obra de un poder enemigo. Satanás destruye; Dios restaura»

Se aprende una gran lección cuando entendemos nuestra relación con Dios, y su relación con nosotros…

[S]omos responsables ante Dios porque derivamos nuestra vida de él. No la obtenemos de la humanidad, sino solo de Dios. Somos suyos por la creación y por la redención. Nuestros cuerpos no nos pertenecen y no tenemos por lo tanto el derecho de tratarlos como nos plazca, estropeándolos por la práctica de hábitos que conducen a la decadencia e impiden rendir a Dios un servicio perfecto. Nuestras vidas y todas nuestras facultades le pertenecen. El cuida de nosotros cada momento; él mantiene en acción toda la maquinaria viviente; si nos abandonara a nuestra suerte tan solo por un momento, moriríamos. Dependemos enteramente de Dios» (The Faith I Live By, p. 165; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 167).

Elena G.W

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