- noviembre 19, 2023
Domingo 19 de noviembre – LA FE DE LOS AMIGOS – MISIÓN EN FAVOR DE LOS NECESITADOS
MISIÓN EN FAVOR DE LOS NECESITADOS “Y el Rey les dirá: ‘Les aseguro, cuanto hicieron a uno de estos mis…
MISIÓN EN FAVOR DE LOS NECESITADOS
“Y el Rey les dirá: ‘Les aseguro, cuanto hicieron a uno de estos mis hermanos pequeños, a mí me lo hicieron’ ” (Mat. 25:40).
Domingo: 19 de noviembre
LA FE DE LOS AMIGOS
Un poderoso relato de los evangelios revela lo que tuvieron que sortear unos hombres para llevar a un necesitado (probablemente, un amigo) hasta Jesús. De esta historia, podemos aprender acerca del duro trabajo que a veces puede suponer atender a los necesitados.
Lee Lucas 5:17 al 26 (lee también Mat. 9:1-8 y Mar. 2:3-12). ¿Qué lecciones podemos aprender de esta historia sobre la misión y el ministerio?
Lucas 5:17-26
17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. 19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. 20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Mateo 9:1-8
1 Entonces, entrando Jesús en la barca, pasó al otro lado y vino a su ciudad. 2 Y sucedió que le trajeron un paralítico, tendido sobre una cama; y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 3 Entonces algunos de los escribas decían dentro de sí: Este blasfema. 4 Y conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5 Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? 6 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa. 7 Entonces él se levantó y se fue a su casa. 8 Y la gente, al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres
Marcos 2:3-12
3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: 7 ¿Por qué habla este así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? 8 Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? 10 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): 11 A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 12 Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.
Al llevarlo a Jesús, estos hombres asumieron la responsabilidad de cuidar a su amigo. Dios nos llama a ser como los amigos de este hombre: llevar a los necesitados a Jesucristo. Este trabajo requiere fe, acción, paciencia, y la disposición de ser poco convencionales, si es necesario. Los hombres se acercaron a Jesús, pero se encontraron con obstáculos. No pudieron llevar a su amigo indefenso a Jesús por los medios tradicionales. No se rindieron, sino que encontraron una forma innovadora de llevar al hombre a Jesucristo. ¡Bajaron a su amigo desde el techo! Sin embargo, según Lucas, Jesús aprobó lo que hicieron (ver Luc. 5:20).
El deseo de Jesús es que llevemos a nuestros amigos indefensos a él. La Biblia se refiere a Jesús como el Gran Médico, que anhela perdonar y curar a los que sufren, sin importar de quién se trate.
Elena de White nos desafía a ayudar a los desamparados: “No esperen a que se les indique cuál es su deber. Abran sus ojos, y observen a los que los rodean; relaciónense con los desamparados, los afligidos y los necesitados. No se oculten de ellos, ni traten de ignorar sus necesidades. ¿Quién presenta las características mencionadas por Santiago, y posee una religión pura, sin mancha de egoísmo o corrupción? ¿Quiénes están ansiosos de hacer todo lo posible para colaborar con el gran plan de salvación?” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 28).
El mismo Jesús nos demuestra cómo ayudar a los desvalidos y nos llama a hacer lo mismo. Primeramente, nos hacemos amigos; después, conocemos sus necesidades; y, por último, los conducimos a Jesús, el único que puede ayudarlos. Esto es lo que hicieron los hombres de esta historia. Nosotros tenemos que hacer lo mismo en toda situación en la que nos encontremos. Ayudar a llevar a las personas al único que puede salvarlas: Jesús.
¿Quiénes a tu alrededor, ahora mismo, necesitan ayuda? ¿Qué vas a hacer por ellos?
Comentarios Elena G.W
Dios estima al hombre no por las circunstancias de su nacimiento, no por su posición o riqueza, no por sus ventajas en cuanto a oportunidades educativas, sino por el precio pagado por su redención… Por muy deforme que haya sido su carácter, aunque haya sido considerado como un paria entre los hombres, el hombre que permite que la gracia de Cristo entre en su alma será reformado en su carácter y será levantado de su condición de culpa, degradación y miseria. Dios ha hecho toda provisión para que el perdido pueda llegar a ser su hijo. El ser humano más frágil puede ser elevado, ennoblecido, refinado y santificado por la gracia de Dios…
[Los] que colaboran con Dios, los que están llenos de la compasión divina, verán y valorarán a los hombres como Dios los ve y los valora. Cualquiera que sea su nacionalidad o su color, cualquiera que sea su condición social, el misionero de Dios considerará a todos los hombres como comprados por la sangre de Cristo, y comprenderá que no hay castas para Dios. Nadie debe ser considerado con indiferencia ni ser menospreciado, porque cada alma ha sido comprada con un precio infinito (The Southern Work, p. 31).
Repetidas veces, los que transportaban al paralítico trataron de abrirse paso a través de la muchedumbre, pero en vano. El enfermo miraba en derredor suyo, con angustia indecible. ¿Cómo podía abandonar su esperanza cuando la ayuda que había anhelado durante tanto tiempo estaba tan cerca? Por su indicación, sus amigos le llevaron al techo de la casa, y abriendo un boquete en dicho techo, le bajaron a los pies de Jesús. El discurso quedó interrumpido. El Salvador miró el rostro entristecido, y vio los ojos suplicantes que se clavaban en él.
Comprendía el caso; había atraído a sí este espíritu perplejo y combatido por la duda. Mientras el paralítico estaba todavía en su casa, el Salvador había convencido su conciencia. Cuando se arrepintió de sus pecados, y creyó en el poder de Jesús para sanarle, la misericordia vivificadora del Salvador había bendecido primero su corazón anhelante. Jesús había visto el primer destello de la fe convertirse en la creencia de que él era el único auxiliador del pecador, y la había visto fortalecerse con cada esfuerzo hecho para llegar a su presencia.
Ahora, con palabras que cayeron como música en los oídos del enfermo, el Salvador dijo: «Confía, hijo; tus pecados te son perdonados» (El Deseado de todas las gentes, pp. 233, 234).
Hay que llevar a cabo una gran obra, y los que conocen la verdad debieran ayudar con entusiasmo…
El Señor exige que sus servidores manifiesten un espíritu que capte con rapidez el valor de las almas, que discierna prontamente los deberes que deben llevarse a cabo y que cumpla rápidamente las obligaciones que el Señor les ha impuesto. Debe existir una dedicación que no contemple ningún interés terrenal de suficiente valor como para tomar el lugar de la obra que debe realizarse en ganar almas para el conocimiento de la verdad (Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 99, 100).