Domingo 2 de abril – UN MOMENTO DEL DESTINO

UN MOMENTO DEL DESTINO “Entonces miré y vi una nube blanca, y sobre la nube, a uno sentado semejante al…

 Domingo 2 de abril – UN MOMENTO DEL DESTINO

UN MOMENTO DEL DESTINO

“Entonces miré y vi una nube blanca, y sobre la nube, a uno sentado semejante al Hijo del hombre, con una corona de oro en su cabeza, y en su mano una hoz aguda. Y del Santuario salió otro ángel, y clamó a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: ‘Toma tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, y la mies de la Tierra está madura’ ” (Apoc. 14:14, 15).

Domingo: 2 de Abril

DECISIONES ETERNAS

Apocalipsis 14 es el mensaje final de misericordia de Jesús a un mundo caído y rebelde, que por casi seis mil años ha estado impregnado de pecado y maldad. Llegará el día en que cada ser humano del planeta Tierra tomará su decisión final e irrevocable, ya sea a favor o en contra de Jesús. El mensaje del Apocalipsis, acerca de la justicia de Cristo, que nos libra de la condenación del pecado así como del control del pecado en nuestra vida, resonará una y otra vez por toda la Tierra.

Lee Mateo 24:14 y compáralo con Apocalipsis 14:6. ¿Qué promesa hizo Jesús a sus discípulos con respecto a la difusión mundial del evangelio justo antes de su venida?

 

Mateo 24:14

14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

 

Apocalipsis 14:6

Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,

La promesa de Jesús de que “este evangelio del reino será predicado en todo el mundo”, que aparece en Mateo 24:14, encuentra su cumplimiento final en el mensaje de Cristo para los últimos días, en Apocalipsis 14:6, que dice que el evangelio se proclamará a “toda nación y tribu, lengua y pueblo”.

Tres veces en Apocalipsis 22 Jesús afirma que él viene pronto (Apoc. 22:7, 12, 20). En el contexto de su pronto regreso, nuestro Señor agrega: “ ‘El que es injusto siga siendo injusto, y el sucio siga ensuciándose. El justo siga siendo justo, y el santo siga santificándose’ ” (Apoc. 22:11). El Apocalipsis avanza a un clímax glorioso en el que cada persona debe decidir a favor o en contra de Cristo.

Por supuesto, todos los días, mediante nuestras decisiones, incluso en las “cosas pequeñas”, estamos decidiendo a favor o en contra de Jesús. Es poco probable que alguien que constantemente toma decisiones equivocadas en su vida ahora, de repente, en la crisis final, se incline por el bando de Jesús, especialmente cuando la fuerza de todo el mundo impío está en su contra. Ahora, hoy y todos los días, debemos decidir ser fieles a Cristo y a sus mandamientos. Juan escribió: “En esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3). Como dijo Elena de White: “Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino” (EUD 299).

¿Cómo forma Dios nuestro carácter? ¿Qué medios utiliza para que crezcamos en gracia? ¿Qué podemos hacer para permitir más plenamente que el Espíritu Santo nos transforme para ser más semejantes a Jesús?

Comentarios Elena G.W

Ante vosotros hay dos caminos —el camino ancho de la complacencia propia y la senda estrecha del sacrificio. Yendo por el camino ancho, podéis elegir el egoísmo, el orgullo, el amor al mundo; pero aquellos que recorren la senda estrecha, deben abandonar todo peso, y el pecado que tan fácilmente nos acosa. ¿Cuál camino habéis escogido, el camino que lleva a la muerte eterna, o el camino que conduce a la gloria y a la inmortalidad? Nunca hubo otro tiempo más solemne en la historia del mundo que este en el cual vivimos. Nuestros intereses eternos están en juego, y debemos despertar a la importancia de asegurar nuestro llamamiento y elección. No nos atrevamos a arriesgar nuestros intereses eternos en base a meras probabilidades. Debemos estar resueltos a perseverar. Lo que nosotros somos, lo que estamos haciendo, la conducta que adoptaremos en el futuro, son todos asuntos de gran importancia, y no podemos permitirnos ser descuidados, indiferentes y despreocupados (Nuestra elevada vocación, p. 10). A medida que Satanás trata de romper las barreras del alma, tentándonos a transigir en el pecado, debemos procurar mantener nuestra relación con Dios mediante una fe viva, y tener confianza en su fortaleza para capacitarnos para vencer toda barrera. Debemos huir del mal y buscar la justicia, la humildad, y la santidad. Es tiempo de que cada uno de nosotros decida de qué lado estamos. Los instrumentos satánicos trabajarán con toda mente que se preste a ello. Pero también hay instrumentos celestiales, que esperan comunicar los brillantes rayos de la gloria de Dios a todos los que están ansiosos de recibirlos. A nosotros nos toca decidir si seremos contados entre los seguidores de Cristo, o los siervos de Satanás. Cada día demostramos, mediante nuestra conducta, al servicio de quién hemos elegido estar (Nuestra elevada vocación, p. 17). Semejante transformación de carácter como la observada en la vida de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora… Dios puede ser honrado por los que profesan creer en él únicamente cuando se asemejan a su imagen y son dirigidos por su Espíritu. Entonces, como testigos del Salvador, pueden dar a conocer lo que ha hecho la gracia divina por ellos. La verdadera santificación es consecuencia del desarrollo del principio del amor. «Dios es amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él» 1 Juan 4:16. La vida de aquel en cuyo corazón habita Cristo revelará una piedad práctica. El carácter será purificado, elevado, ennoblecido y glorificado. Una doctrina pura acompañará a las obras de justicia; y los preceptos celestiales a las costumbres santas (Los hechos de los apóstoles, pp. 446, 447).

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