Domingo 21 de enero – NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA “Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias”…

 Domingo 21 de enero – NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS – EL SEÑOR OYE Y SALVA

EL SEÑOR OYE Y SALVA

“Claman los justos y el Señor los escucha, y los libra de todas sus angustias” (Sal. 34:17).

Domingo: 21 de enero

NO FUERON ENCUBIERTOS DE TI MIS HUESOS

Lee Salmo 139:1 al 18. ¿Cómo describe poéticamente el poder (Sal. 139:16), la presencia (Sal. 139:7-12) y la bondad (Sal. 139:13-18) de Dios? ¿Qué dice la grandeza de Dios acerca de sus promesas?

 

Salmo 139:1-18

1 Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, Y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Alto es, no lo puedo comprender.

¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba Y habitare en el extremo del mar, 10 Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. 11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 12 Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.

13 Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. 14 Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. 15 No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. 16 Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas. 17 ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! 18 Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo.

¿Alguna vez quisiste ayudar a alguien, pero no tenías medios? Del mismo modo, algunos intentaron ayudarte, pero no comprendieron tus necesidades. A diferencia incluso de las personas más afectuosas y con las mejores intenciones, Dios nos conoce perfectamente y sabe quiénes somos, cuáles son nuestras circunstancias, y también cuáles son los medios para ayudarnos. Por eso, sus promesas de ayuda y liberación no son temas superficiales, sino certezas firmes.

El conocimiento que Dios tiene del salmista es tan grande y único que ni siquiera el vientre de su madre podría ocultarlo de Dios (Sal. 139:13, 15). El conocimiento divino abarca el tiempo (Sal. 139:2), el ser interior (Sal. 139:2, 4) y el espacio (Sal. 139:3): toda la existencia del salmista. El maravilloso conocimiento de Dios proviene del hecho de que él es el Creador y de su estrecha relación con las personas, y se manifiesta en su cuidado por ellas.

Esta maravillosa verdad de que Dios nos conoce íntimamente no debe asustarnos, sino impulsarnos a los brazos de Jesús por lo que él ha logrado por nosotros en la Cruz. Porque por la fe en Jesús se nos ha dado su justicia, “la justicia de Dios” mismo (Rom. 3:5, 21).

La presencia de Dios se pone de relieve al describir que Dios llega hasta el “sepulcro” (sheol) y las “tinieblas” (Sal. 139:8, 11, 12), lugares en los que Dios no suele habitar (Sal. 56:13). Su presencia también se representa como si tomara “las alas del alba” (este) para llegar “hasta el extremo del mar” (oeste) (Sal. 139:9). Estas imágenes transmiten la verdad de que no hay lugar en el Universo donde podamos estar fuera del alcance de Dios. Aunque Dios no forma parte del Universo, como algunos creen, está presente en él, pues no solamente lo ha creado, sino también lo sostiene (ver Heb. 1:3).

Como aquel que sabe todo sobre nosotros, Dios puede ayudarnos y restaurarnos. El nuevo descubrimiento de su grandeza provoca en el salmista un estallido de alabanza y confianza renovada. Acoge el escrutinio divino como el medio que puede eliminar de su vida todo lo que perturba su relación con Dios.

Para algunos, el hecho de que Dios sepa tanto sobre ellos, incluso sus secretos más oscuros, puede ser un pensamiento bastante aterrador. ¿Por qué entonces el evangelio es nuestra única esperanza?

Comentarios Elena G.W

En la creación del hombre resulta manifiesta la intervención de un Dios personal. Cuando Dios hubo hecho al hombre a su imagen, el cuerpo humano quedó perfecto en su forma y organización, pero estaba aún sin vida. Después, el Dios personal existente de por sí infundió en aquella forma el soplo de vida, y el hombre vino a ser criatura viva e inteligente. Todas las partes del organismo humano fueron puestas en acción. El corazón, las arterias, las venas, la lengua, las manos, los pies, los sentidos, las facultades del espíritu, todo ello empezó a funcionar, y todo quedó sometido a una ley. El hombre fue hecho alma viviente. Por medio de Cristo el Verbo, el Dios personal creó al hombre, y lo dotó de inteligencia y de facultades.

Nuestra sustancia no le era oculta cuando fuimos hechos en el misterio; sus ojos vieron nuestra sustancia por imperfecta que fuera, y en su libro todos nuestros miembros estaban anotados, aun cuando ninguno de ellos existiera todavía.

Sobre todos los órdenes inferiores de los seres, Dios dispuso que el hombre, corona de su creación, expresara el pensamiento divino y revelara la gloria de Dios (El ministerio de curación, pp. 322, 323).

Nuestras vidas están en las manos de Dios. El ve los riesgos que nos amenazan como nosotros no podemos verlos. Es el Dador de todas nuestras bendiciones; el Proveedor de todas nuestras misericordias; el Ordenador de todas nuestras experiencias. Percibe peligros que nosotros no podemos ver. Permite que sobrevenga a su pueblo alguna prueba que llene los corazones de sus hijos de tristeza, porque ve que necesitan enderezar su camino, no sea que el cojo se aparte del sendero. Conoce nuestra hechura y se acuerda que somos polvo. Aun los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados. Obra a través de las causas naturales para hacernos recordar que él no nos ha olvidado, sino que desea que abandonemos el camino que, si se nos permitiera seguir en forma desenfrenada y sin reprobación, nos conduciría a un gran peligro (Alza tus ojos, p. 63).

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito para morir, a fin de redimir al hombre del poder de Satanás. ¿No cuidará entonces del hombre, formado a su imagen?… Dios nota la caída aún de los gorriones; ni uno cae sin que él lo advierta. Por lo tanto, nuestro Padre celestial no abandonará a sus hijos que depositan su confianza en él y se aventuran en sus promesas, aunque el panorama se vea sombrío y amenazador. El entiende cada circunstancia de nuestra vida. Mira y comprende cómo estamos situados. Él está familiarizado con todas nuestras penas y dolores. Nos conoce a cada uno por nombre, y se conmueve con el sentimiento de nuestras debilidades; porque ha sido tentado en todo como nosotros, y sabe socorrer a los que son tentados. Jesús es nuestro ayudador, y cuidará de todos los que en él confían (The Review and Herald, 25 de agosto, 1885, «The True Standard of Righteousness»).

Elena G.W

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *