Domingo 21 de julio – LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR – PARÁBOLAS

PARÁBOLAS “Dijo también: ‘Miren lo que oyen. Con la medida con que miden los medirán otros, y aun les será…

 Domingo 21 de julio – LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR – PARÁBOLAS

PARÁBOLAS

“Dijo también: ‘Miren lo que oyen. Con la medida con que miden los medirán otros, y aun les será añadido. Al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado’ ” (Mar. 4:24, 25).

Domingo: 21 de julio

LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

Lee Marcos 4:1 al 9. ¿Cómo son los diferentes tipos de suelo y qué ocurre con la semilla que cae en ellos?

 

Marcos 4:1-9

1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina: Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. Entonces les dijo: El que tiene oídos para oír, oiga.

Cuando leen las parábolas de Jesús en los evangelios, las personas a menudo quieren saltar rápidamente a la interpretación que Jesús da de ellas. Después de todo, ¿no es este el punto principal de estas historias, enseñar alguna verdad espiritual útil para la vida cristiana? Sí, pero a veces Jesús no explica la parábola en las breves declaraciones “el reino de Dios es como” o “el que tiene oídos para oiga, oiga”.

En consecuencia, es bueno aminorar la marcha y simplemente analizar el relato mismo a fin de captar la dirección en la que apuntan sus diversas características narrativas. Hacer esto con la parábola del sembrador aporta una variedad de ideas. La semilla es la misma en cada caso, pero cae en cuatro clases diferentes de suelo. El tipo de suelo influye grandemente en el resultado para la semilla. En lugar de ser una historia continua, la parábola constituye en realidad cuatro historias, en sus escenarios, contadas hasta el final. La extensión de tiempo para completar la historia se prolonga con cada historia sucesiva.

La semilla que cae en el camino es devorada inmediatamente por las aves. “Al sembrar, parte de la semilla cayó junto al camino, y las aves del cielo la comieron” (Mar. 4:4).

La semilla que cae en los pedregales demora algunos días o semanas en alcanzar su fallido resultado, que incluye el secamiento a causa del Sol.

La semilla que cae entre espinos demora aún más en alcanzar su infructífero final, y estos la terminan ahogando.

La semilla que cae en el buen suelo es la que tiene el desarrollo más prolongado, presumiblemente toda una estación de crecimiento, en armonía con el patrón normal de un cereal.

Tres de las historias tienen que ver con el fracaso; solo la última se refiere al éxito, a una cosecha copiosa. La longitud de las historias, la creciente extensión de cada relato sucesivo y el hecho de que solo uno de ellos tiene que ver con el éxito, todo apunta al riesgo del fracaso, pero también al resultado abundante del éxito.

La parábola parece señalar hacia el costo del discipulado y a los riesgos que este implica, pero también a la recompensa resultante de seguir a Jesús.

¿Qué otras lecciones espirituales podemos aprender de la naturaleza?

Comentarios Elena G.W

La misión de Cristo no fue entendida por la gente de su tiempo. La forma de su venida no era la que ellos esperaban. El Señor Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que al tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremonias. Pero los judíos habían exaltado las formas y las ceremonias, y habían perdido de vista su objeto. Las tradiciones, las máximas y los estatutos de los hombres ocultaron de su vista las lecciones que Dios se proponía transmitirles. Esas máximas y tradiciones llegaron a ser un obstáculo para la comprensión y práctica de la religión verdadera. Y cuando vino la Realidad, en la persona de Cristo, no reconocieron en él el cumplimiento de todos sus símbolos, la sustancia de todas sus sombras…

El evangelio de Cristo era un tropezadero para ellos porque demandaban señales en vez de un Salvador. Esperaban que el Mesías probase sus aseveraciones por poderosos actos de conquista, para establecer su imperio sobre las ruinas de los imperios terrenales. Cristo contestó a esta expectativa con la parábola del sembrador. No por la fuerza de las armas, no por violentas interposiciones había de prevalecer el reino de Dios, sino por la implantación de un nuevo principio en el corazón de los hombres (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 17, 18).

Por medio de la parábola del sembrador, Cristo ilustra las cosas del reino de los cielos, y la obra que el gran Labrador hace por su pueblo. A semejanza de uno que siembra en el campo, él vino a esparcir los granos celestiales de la verdad. Y su misma enseñanza en parábolas era la simiente con la cual fueron sembradas las más preciosas verdades de su gracia. A causa de su simplicidad, la parábola del sembrador no ha sido valorada como debiera haber sido. De la semilla natural echada en el terreno, Cristo desea guiar nuestras mentes a la semilla del evangelio, cuya siembra produce el retorno de los hombres a su lealtad a Dios. Aquel que dio la parábola de la semillita es el Soberano del cielo, y las mismas leyes que gobiernan la siembra de la semilla terrenal, rigen la siembra de la simiente de verdad (Palabras de vida del gran Maestro, p. 16).

La naturaleza, juntamente con la Biblia, debe ser nuestro gran libro de texto… Cuando se siembra la semilla y se cultiva las plantas, debemos recordar que Dios creó la semilla y la da a la tierra. Mediante su poder divino se preocupa de esa semilla. Es por su mandato que la semilla al morir, da su vida al tallo y a la espiga con sus propias semillas, las cuales se guardan para sembrarlas y obtener una nueva cosecha. Debemos estudiar, además, nuestra participación en este proceso. El agente humano tiene su parte que realizar, su obra que hacer. Esta es una de las lecciones que la naturaleza enseña y percibiremos en ella una obra solemne y hermosa (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 189).

Elena G.W

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