- diciembre 22, 2024
Domingo 22 de diciembre – ENCUENTRO EN GALILEA – EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA
EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA “Ustedes escudriñan las Escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna.…
EPÍLOGO: CONOCER A JESÚS Y SU PALABRA
“Ustedes escudriñan las Escrituras porque piensan que en ellas tienen la vida eterna. ¡Ellas testifican de mí!” (Juan 5:39).
Domingo: 22 de diciembre
ENCUENTRO EN GALILEA
Lee Juan 21:1 al 19. ¿Qué verdades cruciales se revelan aquí, especialmente acerca de la gracia de Dios y la humildad humana?
Juan 21:1-19
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. 6 Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. 7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar. 8 Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. 9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. 10 Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar. 11 Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió. 12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. 13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. 14 Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos. 15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. 19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.
Juan 20 termina con el propósito del libro. Sería, pues, el lugar lógico para concluir, pero hay un capítulo más. El capítulo 21 comienza con el regreso de algunos de los discípulos a Galilea y con la sugerencia de Pedro de pasar una noche en el lago. Parece que han vuelto los viejos tiempos, y los discípulos retoman su antiguo oficio, la pesca. Pero esa noche no pescan nada.
Por la mañana, un misterioso desconocido les dice desde la orilla que echen la red a la derecha de la barca. Entonces pescan tantos peces que no pueden recoger la red. Aquello fue un eco del comienzo de su ministerio con Jesús (ver Luc. 5:1-11). Juan reconoce inmediatamente a Jesús y se lo dice a Pedro, quien enseguida salta al agua y nada hasta la orilla.
Jesús hace tres preguntas a Pedro, todas relacionadas con el amor a su Maestro. Antes de la crucifixión, Pedro insistió en que daría su vida por Jesús (Juan 13:37). Entonces, Jesús predijo su triple negación (Juan 13:38). En este encuentro en Galilea, Pedro no se pone a sí mismo como punto de referencia, sino a Jesús: “Señor, tú sabes todas las cosas. Tú sabes que te quiero” (Juan 21:17).
Algunos observan que Jesús utiliza el verbo agapaō, que significa amar, al interrogar a Pedro (excepto la última vez), y que Pedro siempre responde con fileō, que significa amar, pero solo como amigo. Ven implícito en este juego de palabras que Pedro no ha alcanzado el tipo superior de amor.
En realidad, la respuesta de Pedro se centra en la humildad. Con el fracaso de Pedro siempre ante él, es más probable que utilice humildemente un “término inferior”, sin atreverse a reclamar demasiado para sí. Y es esta humildad la que Jesús reconoce, y la que resulta crucial para restaurar a Pedro en el minis- terio. Sin duda, la humildad es una de las mejores cualidades para el ministerio, porque hace que el centro de atención sea Jesucristo, no uno mismo.
La restauración de Pedro y su papel como líder de la iglesia primitiva es una de las pruebas más contundentes de que Jesús resucitó. Sería difícil explicar la prominencia de Pedro si Jesús no lo hubiera restaurado al ministerio en presencia de los otros discípulos.
¿Por qué es tan importante la humildad para conocer al Señor? A la luz de la Cruz, ¿de qué podemos sentirnos orgullosos?
Comentarios Elena G.W
Pedro, que todavía amaba mucho sus botes y la pesca, propuso salir al mar y echar sus redes. Todos acordaron participar en este plan… Así que salieron en su barco, pero no prendieron nada. Trabajaron toda la noche sin éxito…
[L]os discípulos vieron de pie sobre la playa a un extraño que los recibió con la pregunta: «Mozos, ¿tenéis algo de comer?» Cuando contestaron: «No», «él les dice: Echad la red a la mano derecha del barco, y hallaréis. Entonces la echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de peces».
Juan reconoció al extraño, y le dijo a Pedro: «El Señor es». Pedro se regocijó de tal manera que en su apresuramiento se echó al agua y pronto estuvo al lado de su Maestro (El Deseado de todas las gentes, p. 810).
Cuando por tercera vez Cristo preguntó a Pedro: «¿Me amas?» la sonda llegó al fondo del alma. Reprendido por su propia conciencia, Pedro cayó sobre la Roca, diciendo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo»…
Algunos aseguran que si un alma tropieza y cae, nunca puede recobrar su posición; pero el caso que estamos considerando contradice esto… Al encomendar a su cuidado las almas por las que había dado su vida, Cristo dio a Pedro la evidencia más fuerte de su confianza en su restauración…
Pedro tenía ahora la humildad suficiente para comprender las palabras de Cristo, y sin dudar más, el discípulo que había sido inquieto, jactancioso, presuntuoso se volvió sumiso y contrito. Siguió de veras a su Señor: el Señor al cual había negado. El pensamiento de que Cristo no lo había negado ni rechazado era para Pedro luz, consuelo y bendición (Conflicto y valor, p. 322).
Debemos contemplar a Cristo. La ignorancia de su vida y su carácter induce a los hombres a exaltarse en su justicia propia. Cuando contemplemos su pureza y excelencia, veremos nuestra propia debilidad, nuestra pobreza y nuestros defectos tales cuales son. Nos veremos perdidos y sin esperanza, vestidos con la ropa de la justicia propia, como cualquier otro pecador…
Mientras más nos acerquemos a Jesús, y más claramente apreciemos la pureza de su carácter, más claramente discerniremos la excesiva pecaminosidad del pecado, y menos nos sentiremos inclinados a ensalzarnos a nosotros mismos. Aquellos a quienes el Cielo reconoce como santos son los últimos en alardear de su bondad. El apóstol Pedro llegó a ser fiel ministro de Cristo, y fue grandemente honrado con la luz y el poder divinos; tuvo una parte activa en la formación de la iglesia de Cristo; pero Pedro nunca olvidó la terrible vicisitud de su humillación; su pecado fue perdonado; y sin embargo, él bien sabía que para la debilidad de carácter que había ocasionado su caída solo podía valer la gracia de Cristo. No encontraba en sí mismo nada de que gloriarse (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 123, 124).