Domingo 29 de diciembre – MÁS ALLÁ DE LAS EXPECTATIVAS RAZONABLES – DIOS AMA DE PURA GRACIA

DIOS AMA DE PURA GRACIA “Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia, porque mi ira se…

 Domingo 29 de diciembre – MÁS ALLÁ DE LAS EXPECTATIVAS RAZONABLES – DIOS AMA DE PURA GRACIA

DIOS AMA DE PURA GRACIA

“Yo los sanaré de su rebelión, los amaré de pura gracia, porque mi ira se apartó de ellos” (Ose. 14: 4).

Domingo: 29 de diciembre

MÁS ALLÁ DE LAS EXPECTATIVAS RAZONABLES

Dios no solo nos pregunta: “¿Me amas?”, sino que también ama a cada persona, y lo hace de pura gracia. De hecho, nos ama a ti y a mí, y a todas las personas, más de lo que podemos imaginar. Conocemos este amor por la forma en que ha actuado a lo largo de la historia de su pueblo.

Lee Éxodo 33: 15 al 22. Considera el contexto de estos versículos y la narración en la que aparecen. ¿Qué revela este pasaje, especialmente el versículo 19, acerca de la voluntad y el amor de Dios?

 

Éxodo 33: 15-22

15 Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. 16 ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra? 17 Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre. 18 Él entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. 21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; 22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.

Todo parecía perdido. Poco después de que Dios liberara a su pueblo de la esclavitud en Egipto, Israel se rebeló contra él y adoró un becerro de oro. Cuando Moisés bajó del monte, vio lo que habían hecho y arrojó las tablas que contenían los Diez Mandamientos, las cuales se hicieron añicos. Aunque el pueblo había perdido todo derecho a los privilegios y las bendiciones del pacto que Dios les había concedido de pura gracia, el Señor decidió aun así continuar en la relación de pacto con ellos, a pesar de que eran indignos de las bendiciones de aquel acuerdo.

Las palabras de Éxodo 33: 19, “tengo misericordia del que quiero tener misericordia, y soy clemente con quien quiero ser clemente”, a menudo se malinterpretan en el sentido de que Dios elige arbitrariamente ser compasivo y misericordioso con algunos, pero no con otros. Sin embargo, a la luz del contexto, Dios no está afirmando aquí que él arbitrariamente será misericordioso y compasivo con algunos y no con otros. No es así como Dios actúa, contrariamente a lo que dice la teología popular según la cual Dios predestina a algunos para que se pierdan y enfrenten la condenación eterna.

¿Qué está proclamando Dios aquí? Esencialmente, que como Creador de todo, tiene el derecho y la autoridad de conceder gracia y compasión libremente incluso a las personas que menos lo merecen. Y lo está haciendo en esta situación, incluso después de la rebelión del becerro de oro, al conceder misericordia a su pueblo, Israel, aunque no lo mereciera.

Este es uno de los muchos casos en los que Dios manifiesta su amor y lo hace más allá de cualquier expectativa razonable. Buenas noticias para todos nosotros, ¿verdad?

¿De qué maneras Dios sigue manifestando su amor por ti, incluso más allá de lo que podrías esperar?

Comentarios Elena G.W

Cristo, la luz del mundo, veló el deslumbrante resplandor de su divinidad y vino a vivir como hombre entre los hombres para que ellos pudieran, sin ser consumidos, conocer a su Creador…

Cristo vino para enseñar a los seres humanos lo que Dios quiere que sepan. Arriba en los cielos, abajo en la tierra, en las anchas aguas del océano, vemos la obra de la mano de Dios. Todas las cosas creadas atestiguan su poder, sabiduría y amor. No obstante, ni las estrellas ni el océano ni las cataratas nos enseñarán a conocer la personalidad de Dios tal como nos fue revelada en Cristo.

Dios vio que se necesitaba una revelación más clara que la naturaleza para retratar a lo vivo su personalidad y carácter. Mandó a su Hijo al mundo para que manifestara, en la medida en que la humana visión pudiera mirarlos, la naturaleza y los atributos del Dios invisible (El ministerio de curación, pp. 326, 327).

[P]ara los corazones que han sido purificados por el Espíritu Santo al morar este en ellos, todo queda cambiado. Ellos pueden conocer a Dios. Moisés estaba oculto en la hendedura de la roca cuando se le reveló la gloria del Señor; del mismo modo, tan solo cuando estamos escondidos en Cristo vemos el amor de Dios…

Por la fe lo contemplamos aquí y ahora. En las experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al manifestarse su providencia. Lo reconocemos en el carácter de su Hijo. El Espíritu Santo abre a la mente y al corazón la verdad acerca de Dios y de Aquel a quien envió. Los de puro corazón ven a Dios en un aspecto nuevo y atractivo, como su Redentor; mientras disciernen la pureza y hermosura de su carácter, anhelan reflejar su imagen. Para ellos es un Padre que anhela abrazar a un hijo arrepentido; y sus corazones rebosan de alegría indecible y de gloria plena (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 26, 27).

A causa de su profundo amor hacia Cristo, Juan deseaba siempre estar cerca de él. El Salvador amaba a los doce, pero el espíritu de Juan era el más receptivo. Era más joven que los demás y con mayor confianza infantil, abrió su corazón a Jesús. Así llegó a simpatizar más con Cristo, y mediante él, las más profundas lecciones espirituales de Cristo fueron comunicadas al pueblo…

Juan pudo hablar del amor del Padre como no lo pudo hacer ningún otro de los discípulos. Reveló a sus semejantes lo que sentía en su propia alma, representando en su carácter los atributos de Dios. La gloria del Señor se expresaba en su semblante. La belleza de la santidad que le había transformado brillaba en su rostro con resplandor semejante al de Cristo. En su adoración y amor contemplaba al Salvador hasta que la semejanza a Cristo y el compañerismo con él llegaron a ser su único deseo, y en su carácter se reflejó el carácter de su Maestro (Los hechos de los apóstoles, pp. 434, 435).

Elena G.W

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