Domingo 30 de julio – EL MISTERIO DEL EVANGELIO

EL MISTERIO DEL EVANGELIO “A aquel que es poderoso para hacer infinitamente más que todo cuanto pedimos o entendemos, por…

 Domingo 30 de julio – EL MISTERIO DEL EVANGELIO

EL MISTERIO DEL EVANGELIO

“A aquel que es poderoso para hacer infinitamente más que todo cuanto pedimos o entendemos, por el poder que actúa en nosotros; a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones y por los siglos de los siglos. Amén” (Efe. 3:20, 21).

Domingo: 30 de julio

PABLO: EL APÓSTOL A LOS GENTILES, PRESO

Lee Efesios 3. Mientras lees, identifica uno o dos temas principales. ¿Qué aspectos importantes menciona Pablo?

 

Efesios 3

1 Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles; si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros; que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo, misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder. A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él; 13 por lo cual pido que no desmayéis a causa de mis tribulaciones por vosotros, las cuales son vuestra gloria. 14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.

Efesios 3 muestra una estructura interesante. Pablo comienza el capítulo con estas palabras: “Por esto les escribo, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor a ustedes los gentiles” (Efe. 3:1). Luego, hace una pausa para lo que resulta ser una larga digresión centrada en su obra como apóstol a los gentiles (Efe. 3:2–13). Después del paréntesis, señala un regreso a su tren de pensamiento original al repetir la frase: “Por esta causa” (Efe. 3:14), y en los versículos 14 al 21 presenta su informe de oración interrumpido.

En Efesios 3:1, Pablo se identifica como “prisionero de Cristo Jesús”; su forma de sostener que, si bien vive bajo cautiverio romano y aparentemente está bajo la autoridad del Imperio Romano, hay un propósito divino más profundo que se está llevando a cabo en su vida. ¡Él no es el prisionero de Roma sino “el prisionero de Cristo Jesús”! (comparar con Efe. 4:1).

El hecho de que Pablo mencionara sus “tribulaciones” (Efe. 3:13) y posteriormente sus “cadenas” (Efe. 6:20), sugiere que no está bajo un arresto domiciliario relativamente cómodo (comparar con Hech. 28:16), sino en prisión. Estar en prisión en el siglo I, y en un calabozo romano, era especialmente dificultoso. El Imperio Romano no tenía prisiones bien organizadas con instalaciones sanitarias ni servicio regular de comidas. De hecho, el Imperio tenía poca necesidad de prisiones, ya que la cárcel no se utilizaba como medio de castigo. La gente estaba en prisión solo mientras esperaba el juicio o la ejecución. Se esperaba que los presos se mantuvieran solos y que dependieran de familiares y amigos para conseguir alimentos y satisfacer otras necesidades.

Las preocupaciones de Pablo quizá se hayan centrado en el impacto emocional de su reclusión entre los creyentes, ya que ser prisionero era una vergüenza social extrema en el contexto de una cultura donde el honor y la vergüenza eran significativos. Quizás haya tenido miedo de que algunos preguntaran: “¿Cómo puede Pablo ser apóstol y mensajero del Cristo exaltado, y ser un prisionero despreciado?” Así que, reformula su confinamiento, y ayuda a los creyentes a ver esto como parte del plan de Dios. Él sufre por ellos (“sufro por ustedes”, NVI), y lo que parece ser una fuente de vergüenza en realidad llegará a convertirse en la “gloria” de ellos (Efe. 3:13).

¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios y en sus caminos en medio de circunstancias que pueden ser muy difíciles?

Comentarios Elena G.W

«El amor de Cristo», dijo Pablo, «nos constriñe». 2 Corintios 5:14. Fue el principio activo de su conducta; fue su fuerza motriz. Si alguna vez flaqueaba su ardor en la senda del deber, una mirada a la cruz y al maravilloso amor de Cristo revelado en su sacrificio inigualable bastaba para ceñirse de nuevo los lomos de la mente y avanzar en la senda de la abnegación. En su trabajo por sus hermanos depositaba mucha confianza en la exhibición de infinito amor de la maravillosa condescendencia de Cristo, con todo su poder subyugador y dominador (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 448).

No es la voluntad de Dios que su pueblo esté abrumado por el peso de la congoja. Pero tampoco nos engaña. No nos dice: «No temáis; no hay peligros en vuestro camino». Él sabe que hay pruebas y peligros, y nos trata con franqueza. No se propone sacar a su pueblo de en medio de este mundo  de pecado y maldad, pero le ofrece un refugio que nunca falla. Su oración por sus discípulos fue: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal». «En el mundo —dice— tendréis tribulación; pero tened buen ánimo; yo he vencido al mundo». Juan 17:15; 16:33.

En el sermón sobre el monte Cristo enseñó a sus discípulos preciosas lecciones en cuanto a la necesidad de confiar en Dios. Estas lecciones tenían por fin alentar a los hijos de Dios a través de los siglos, y han llegado a nuestra época llenas de instrucción y Consuelo…

El Señor quiere que todos sus hijos e hijas sean felices, llenos de paz y obedientes. El Señor dijo: «Mi paz os doy; no según da el mundo, yo os la doy: no se turbe vuestro corazón, ni se acobarde». 10 «Estas cosas os he dicho, para que quede mi gozo en vosotros, y vuestro gozo sea complete»  Juan 14:27; 15:11 (El camino a Cristo, pp. 123, 124).

Dios no conduce nunca a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos. Ni Enoc, que fue trasladado al cielo, ni Elías, que ascendió en un carro de fuego, fueron mayores o más honrados que Juan el Bautista, que pereció solo en la mazmorra, «A vosotros es concedido por Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él». Filipenses 1:29. Y de todos los dones que el Cielo puede conceder a los hombres, la comunión con Cristo en sus sufrimientos es el más grave cometido y el más alto honor (El Deseado de todas las gentes, p. 197).

Elena G.W

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