Domingo 4 de febrero – EL GUERRERO MAJESTUOSO – ME LEVANTARÉ
ME LEVANTARÉ “Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor–…
ME LEVANTARÉ
“Por la opresión del débil y por el gemido de los menesterosos, ‘ahora me levantaré –dice el Señor– y salvaré al que suspira’ ” (Sal. 12:5).
Domingo: 4 de febrero
EL GUERRERO MAJESTUOSO
Lee Salmos 18:3 al 18; 76:3 al 9 y 12; y 144:5 al 7. ¿Cómo se describe al Señor en estos textos? ¿Qué transmiten estas imágenes sobre la disposición de Dios para liberar a su pueblo?
Salmos 18:3-18
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos. 4 Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron. 5 Ligaduras del Seol me rodearon, Me tendieron lazos de muerte. 6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. 7 La tierra fue conmovida y tembló; Se conmovieron los cimientos de los montes, Y se estremecieron, porque se indignó él. 8 Humo subió de su nariz, Y de su boca fuego consumidor; Carbones fueron por él encendidos. 9 Inclinó los cielos, y descendió; Y había densas tinieblas debajo de sus pies. 10 Cabalgó sobre un querubín, y voló; Voló sobre las alas del viento. 11 Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí; Oscuridad de aguas, nubes de los cielos. 12 Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron; Granizo y carbones ardientes. 13 Tronó en los cielos Jehová, Y el Altísimo dio su voz; Granizo y carbones de fuego. 14 Envió sus saetas, y los dispersó; Lanzó relámpagos, y los destruyó. 15 Entonces aparecieron los abismos de las aguas, Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo, A tu reprensión, oh Jehová, Por el soplo del aliento de tu nariz. 16 Envió desde lo alto; me tomó, Me sacó de las muchas aguas. 17 Me libró de mi poderoso enemigo, Y de los que me aborrecían; pues eran más fuertes que yo. 18 Me asaltaron en el día de mi quebranto, Mas Jehová fue mi apoyo.
Salmos 76:3-9 y 12
3 Allí quebró las saetas del arco, El escudo, la espada y las armas de guerra. Selah 4 Glorioso eres tú, poderoso más que los montes de caza. 5 Los fuertes de corazón fueron despojados, durmieron su sueño; No hizo uso de sus manos ninguno de los varones fuertes. 6 A tu reprensión, oh Dios de Jacob, El carro y el caballo fueron entorpecidos. 7 Tú, temible eres tú; ¿Y quién podrá estar en pie delante de ti cuando se encienda tu ira? 8 Desde los cielos hiciste oír juicio; La tierra tuvo temor y quedó suspensa 9 Cuando te levantaste, oh Dios, para juzgar, Para salvar a todos los mansos de la tierra. Selah
12 Cortará él el espíritu de los príncipes; Temible es a los reyes de la tierra.
Salmos 144:5-7
5 Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende; Toca los montes, y humeen. 6 Despide relámpagos y disípalos, Envía tus saetas y túrbalos. 7 Envía tu mano desde lo alto; Redímeme, y sácame de las muchas aguas, De la mano de los hombres extraños,
Estos himnos alaban al Señor por su impresionante poder sobre las fuerzas del mal que amenazan a su pueblo. Representan a Dios en su majestad como Guerrero y Juez. La imagen de Dios como Guerrero es frecuente en Salmos y resalta la severidad y la urgencia de la respuesta de Dios a los clamores y los sufrimientos de su pueblo.
“El Señor tronó desde el cielo, / el Altísimo dio su voz, / y hubo granizo y brasas de fuego. / Envió sus saetas y deshizo a sus enemigos. / Lanzó relámpagos y los destruyó. / Entonces apareció el lecho del mar, / y se descubrieron los cimientos del mundo, / ante tu reprensión, Señor, / por el soplo de tu aliento” (Sal. 18:13-15).
La determinación y la magnitud de los actos de Dios deberían disipar cualquier duda sobre el gran cuidado y la compasión de Dios por los que sufren o sobre su capacidad para derrotar al mal. Solo tenemos que esperar a que él actúe.
En definitiva, incluso cuando el pueblo de Dios, como David, participó en guerras, la liberación no provino de medios humanos. En sus muchas batallas contra los enemigos del pueblo de Dios, el rey David alabó a Dios como el único que obtuvo todas las victorias. Hubiera sido fácil para David atribuirse el mérito de sus muchos éxitos y triunfos, pero esa no era su actitud. Él sabía de dónde provenía la Fuente de su poder.
Aunque David afirma que el Señor entrena sus manos para la guerra (Sal. 18:34), en ninguna parte de Salmos confía en sus habilidades para la batalla. Al contrario, el Señor lucha por David y lo libra (Sal. 18:47, 48).
En los salmos, el rey David, famoso por ser un guerrero de éxito, asume su papel de músico experto y alaba al Señor como el único Libertador y Sustentador de su pueblo (Sal. 144:10-15). La alabanza y la oración al Señor son las fuentes de fuerza para David, más poderosas que cualquier arma de guerra. Únicamente en Dios se puede confiar y a él solo alabar.
Más allá de los dones, las habilidades y el éxito que hayas tenido en la vida, ¿por qué debes recordar siempre la Fuente de todos ellos? ¿Qué peligro corres si olvidas esa fuente?
Comentarios Elena G.W
El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Cristo consistió en rescatarlo del poder de su gran adversario. El hombre se inclina por naturaleza a seguir las sugestiones de Satanás, y no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que Cristo, el poderoso Vencedor, more en él, guíe sus deseos y le fortalezca. Solo Dios puede limitar el poder de Satanás… Satanás conoce mejor que los hijos de Dios el poder que ellos pueden tener sobre él cuando su fuerza está en Cristo. Cuando el más débil creyente en la verdad solicita humildemente ayuda al poderoso Vencedor, confiando firmemente en Cristo, puede repeler con éxito a Satanás y toda su hueste.
Satanás llamará en su ayuda legiones de sus ángeles para oponerse a los progresos hasta de un alma, y si posible fuese, la arrebataría de las manos de Cristo… Pero si el que está en peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los méritos de la sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo libren. Satanás no puede soportar que se recurra a su poderoso rival, porque teme y tiembla ante su fuerza y majestad. Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla (La maravillosa gracia de Dios, p. 257).
Mediante el poder que Cristo da, podemos ser «más que vencedores». Pero nosotros no podemos crear este poder. Podemos recibirlo solamente mediante el Espíritu de Dios.
Necesitamos discernir profundamente la naturaleza de Cristo y los misterios de su amor «que excede a todo conocimiento». Efesios 3: 19. Debemos vivir en los cálidos y cordiales rayos del Sol de Justicia. Solo la amante compasión de Cristo, su divina gracia, su poder omnipotente pueden capacitarnos para desbaratar al implacable enemigo y someter nuestros propios corazones rebeldes. ¿Cuál es nuestra fuerza? El gozo del Señor. Que el amor de Cristo llene nuestros corazones y estaremos preparados para recibir el poder que él tiene para nosotros.
Agradezcamos a Dios cada día por las bendiciones que nos da. Si el agente humano se humillara delante de Dios, reconociendo su extremada incompetencia en hacer el trabajo que es necesario hacer para que su alma sea purificada; si echara lejos su propia justicia, Cristo moraría en su corazón. Pondría su mano en la obra de crearlo de nuevo, y seguiría la obra hasta que el hombre sea completo en él (En los lugares celestiales, p. 66).