- noviembre 5, 2023
Domingo 5 de noviembre – COMPARTIR LA BUENA NOTICIA – MOTIVACIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA MISIÓN
MOTIVACIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA MISIÓN “Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes; que era…
MOTIVACIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA MISIÓN
“Estas son las palabras que les hablé cuando estaba aún con ustedes; que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos” (Luc. 24:44).
Domingo: 5 de noviembre
COMPARTIR LA BUENA NOTICIA
Lee Lucas 24:1 al 12. ¿Cuál fue la respuesta de los que oyeron hablar del Cristo resucitado?
Lucas 24:1-12
1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, 7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. 8 Entonces ellas se acordaron de sus palabras, 9 y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. 10 Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. 11 Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. 12 Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
El domingo de mañana temprano, después de la muerte de Jesús, Lucas dice que varias mujeres fueron al sepulcro. Llevaban especias; así que, se entiende que hayan ido a ocuparse del cuerpo de Jesús una vez que el sábado terminara. Esperaban encontrar una tumba todavía sellada, pero se sorprendieron al ver que estaba vacía. Sin saber qué hacer, se asustaron cuando aparecieron dos hombres vestidos con ropas resplandecientes. Sin embargo, estos hombres tenían un mensaje para ellas. Les recordaron las palabras de Jesús y les dijeron que Jesús había resucitado, como lo había predicho. Eufóricas por la noticia, regresaron rápidamente a donde estaban los discípulos y muchos otros seguidores de Jesús, y les contaron lo que habían visto y oído, porque no podían contener la emoción. Es decir, estaban compartiendo con los demás lo que habían descubierto de Cristo.
¿Te imaginas cómo se habrán sentido las mujeres? Acababan de tener una experiencia increíble, que indudablemente las llenó de asombro, pero los discípulos consideraron que era “puro cuento” y no quisieron creerles. Así que, como no sabían si creerles o no a las mujeres, Pedro corrió al sepulcro para verlo por sí mismo.
Pedro (como muchos de nosotros) era reacio a aceptar algo simplemente porque lo dijera otra persona. Aunque Pedro escuchó a las mujeres, no pudo compartir la experiencia de ellas hasta más tarde. Al principio, todo lo que experimentó fue una tumba vacía, y eso, dice Lucas, lo dejó simplemente “maravillado de lo que había sucedido” (Luc. 24:12). Su experiencia en el sepulcro no fue la misma que la de las mujeres.
Pese a la respuesta de Pedro, en cuanto estas mujeres oyeron la noticia de Jesús, quisieron compartirla con los demás. ¿Qué mayor motivación para la misión que dar a conocer a los demás lo que Jesús ha hecho por ellas? ¿Qué mayor motivación que difundir las buenas nuevas de la salvación en Jesús, la única esperanza que tenemos?
Por supuesto, nosotros mismos necesitamos una experiencia personal con Dios antes de poder compartirla con los demás. Nuestro deseo de compartir con otros lo que tanto amamos debe ser una parte crucial de nuestra motivación para la misión. Al fin y al cabo, no podemos compartir lo que no tenemos, ¿verdad?
¿Cuál ha sido tu experiencia con la realidad de Dios y su amor? ¿Por qué estos momentos son tan valiosos para ti, y cómo te motivan para llegar a los demás con las buenas nuevas?
Comentarios Elena G.W
La primera obra que hizo Cristo en la tierra después de su resurrección consistió en convencer a sus discípulos de su no disminuido amor y tierna consideración por ellos. Para probarles que era su Salvador vivo, que había roto las ligaduras de la tumba y no podía ya ser retenido por el enemigo la muerte, para revelarles que tenía el mismo corazón lleno de amor que cuando estaba con ellos como su amado Maestro, les apareció vez tras vez. Quería estrechar aún más en derredor de ellos los vínculos de su amor. Id, decid a mis hermanos —dijo— que se encuentren conmigo en Galilea.
Al oír esta cita tan definida, los discípulos empezaron a recordar las palabras con que Cristo les predijera su resurrección. Pero aun así no se regocijaban. No podían desechar su duda y perplejidad. Aun cuando las mujeres declararon que habían visto al Señor, los discípulos no querían creerlo. Pensaban que era pura ilusión (El Deseado de todas las gentes, p. 736).
¡Cuántos están haciendo todavía lo que hacían esos discípulos! ¡Cuántos repiten el desesperado clamor de María: «Han llevado al Señor… y no sabemos dónde le han puesto»! ¡A cuántos podrían dirigirse las palabras del Salvador: «¿Por qué lloras? ¿a quién buscas?» Está al lado de ellos, pero sus ojos cegados por las lágrimas no lo ven. Les habla, pero no lo entienden.
¡Ojalá que la cabeza inclinada pudiese alzarse, que los ojos se abriesen para contemplarle, que los oídos pudiesen escuchar su voz! «Id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado.» Invitadlos a no mirar la tumba nueva de José, que fue cerrada con una gran piedra y sellada con el sello romano. Cristo no está allí. No miréis el sepulcro vacío. No lloréis como los que están sin esperanza ni ayuda. Jesús vive, y porque vive, viviremos también. Brote de los corazones agradecidos y de los labios tocados por el fuego santo el alegre canto: ¡Cristo ha resucitado! Vive para interceder por nosotros. Aceptad esta esperanza, y dará firmeza al alma como un ancla segura y probada. Creed y veréis la gloria de Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 737).
Deberíamos cultivar la bondad y la cortesía en nuestro trato con aquellos con quienes nos encontramos. Esforcémonos… siempre por presentar la verdad de una manera fácil. Esta verdad significa vida, vida eterna para aquel que la recibe. Estudiad por lo tanto la manera de pasar fácil pero cortésmente de temas de naturaleza temporal a los de naturaleza espiritual y eterna… Mientras camináis por la calle o estáis sentados junto al camino podéis sembrar la semilla de la verdad en algún corazón.
Hay trabajo que hacer por nuestro Maestro. Hay almas que por nuestra influencia, pueden ser conducidas a Cristo. ¿Quién está listo para dedicarse de todo corazón a esta obra? (Nuestra elevada vocación, p. 303).