“Rabí”. Esta palabra aparece quince veces en la Biblia, siempre en el Nuevo Testamento —Mateo, Marcos y Juan—. En todas las ocasiones se usa para referirse a Jesús, excepto en dos.
Una excepción (Mat. 23:7) es cuando Jesús, hablando en público, criticó a los escribas y a los fariseos diciendo de ellos que les gustaba ser llamados “rabí”, pero advirtió a sus oyentes diciéndoles: “No hagáis conforme a sus obras, porque dicen, pero no hacen” (Mat. 23:3, RVR95).
Obviamente aquellos “maestros de la ley” no eran auténticos “rabís”. La otra excepción, la dejamos pendiente hasta el final.
Si trece veces se aplica el término “rabí” a Jesús, creo que debemos entender qué es un rabí para poder comprender mejor a Jesús, ¿no te parece?
El significado original de la palabra “rabí” es “el grande”. Obviamente, se usaba para referirse a alguien muy respetado y del más alto rango. Cuando se llamaba “rabí” a alguien, se estaba reconociendo el rango superior de esa persona.
En el judaísmo de los tiempos de Jesús, el significado de “rabí” había derivado a “maestro”, y era la forma común en que los alumnos se referían a quienes les enseñaban, aunque no necesariamente esos “rabís” tenían que tener educación formal.
El término no tenía aún el matiz de una relación académica, sino de una relación de aprendizaje en la vida. Posteriormente pasó a aplicarse dentro del judaísmo a destacados maestros de la ley; y, ahora sí, dentro de un contexto de educación formal.
El Maestro. El Educador. “El Grande”. Ese es Jesús. Y reconocerlo como Salvador significa reconocer que necesitamos ser enseñadas; que necesitamos ser educadas; que le concedemos la autoridad para llevar a cabo ese proceso en nosotras.
¿Por qué? Porque Jesús fue un rabí como ningún otro. Porque Jesús fue el ser más grande que ha existido (según la Biblia, que es la autoridad más grande que tenemos). ¿Te sientes cómoda con ese tipo de relación maestro-alumna con Jesús? ¿O quién te está enseñando lo que “sabes” en la vida?
Voy a retomar ahora lo que dejé pendiente en el primer párrafo: la otra persona a la que se llama “rabí” en el Nuevo Testamento es Juan el Bautista (Juan 3:26). ¿Casualidad? Lo dudo. Resulta que de él dijo Jesús que no ha existido ser humano más grande en la tierra (ver Luc. 7:28).
“¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!” (Juan 1:49).