Febrero 05 – Arcilla en manos del alfarero

Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo…

 Febrero 05 – Arcilla en manos del alfarero

Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿no podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel?, dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. Jeremías 18:4-6.

Dejo mi pluma y elevo mi ser en oración para que el Señor dé aliento y vida a su pueblo que, por ser apóstata, se parece a huesos secos. El fin se acerca furtiva, silenciosa e imperceptiblemente, como los pasos del ladrón que de noche sorprende a la guardia que no vela. Deseamos que el Señor conceda su Santo Espíritu a los ociosos, para que no sigan durmiendo como los demás; que sean sobrios y estén alertas.

Después de haber desperdiciado la mayor parte del tiempo sin entregar al Alfarero el barro de su voluntad, ¿estaría dispuesto a cooperar con él para llegar a ser un vaso para su honra? Para ser susceptible a recibir las impresiones divinas, oh, ¡cuánto tiempo debe quedar la arcilla en manos del Alfarero y permanecer expuesta a los brillantes rayos de su justicia! Si se le da oportunidad para que actúe en la vida, nada de origen terrenal y egoísta debe tolerarse a fin de que pueda modelar la imagen divina. El espíritu de la verdad santifica la vida interior.

Cuando se comprende la grandiosidad de su obra, incluso los pensamientos se sujetan a Cristo. Aunque supera nuestro entendimiento, es así como obra. ¿Hay sabiduría en depender de las obras que realizamos? Dejemos actuar a Dios en nuestro favor. ¿Hay alguna excelencia en la conducta y el carácter que pueda tener su origen en seres humanos finitos? No, todo procede de Dios, el gran centro o expresión del poder del alfarero sobre la arcilla.

Oh, que los bendecidos por los tesoros de la verdad del Señor despierten para expresar de corazón: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Hechos 9:6. Cada vez hay más luz para alumbrar a toda persona que desee compartirla con otros.—The General Conference Daily Bulletin, 4 de febrero de 1893.

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