Jesús nos enseñó que, en momentos de angustia, uno pide la ayuda o la compañía de sus amigos más cercanos, como hizo él en Getsemaní, justo antes de ser entregado.
Sabiendo lo que le esperaba, “Jesús se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse muy triste y angustiado. Les dijo: ‘Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo’ ” (Mat. 26:37, 38).
En otras palabras: “No me dejen solo ahora porque estoy terriblemente triste y preocupado; oren por mí mientras yo oro al Señor”. Jesús sabía que un amigo de verdad es el que aparece cuando todos los demás se van, aun cuando humanamente comete errores como quedarse dormido antes de tiempo; pero está ahí.
¿Dónde si no iba a estar? Una amiga es quien te hace sentir su presencia y su apoyo en tus momentos de mayor preocupación, tristeza, dolor y soledad. Una amiga está a tu lado en la enfermedad, en el divorcio, en los problemas de tus hijos, en tus fracasos profesionales, en la muerte de tus padres…
Esa amiga no solo llega, sino que llega para consolar; porque, como dijo Heinrich Von Kleist: “A las personas les interesa nuestro destino exterior; el interior, solo a nuestro amigo”.
Es interesante una historia que se narra en el Antiguo Testamento, en el libro de Jueces, capítulo 11. El contexto es ese momento en que la hija de Jefté se da cuenta de que, en honor al Señor, debe aceptar el sacrificio de morir virgen por causa del pacto que su padre hizo con Dios.
En ese instante de dolor en que debe aceptar una realidad con la que no contaba, y que es a la vez triste y traumática, ella le dice a su padre: “Antes, permíteme hacer una sola cosa: déjame subir a deambular por las colinas y a llorar con mis amigas durante dos meses, porque moriré virgen” (vers. 37, NTV).
“Ella y sus amigas subieron a las colinas y lloraron porque ella nunca tendría hijos” (vers. 38, NTV). Esa que llora contigo porque está profundamente interesada en tu destino interior, no solo en el exterior, esa es tu amiga. Por eso, cuando tú lloras, ella no tiene lugar mejor donde estar que no sea a tu lado, mojándose con tus lágrimas. Y recordándote que Dios las enjugará.
“[Jesús] les dijo: ‘Siento en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan despiertos conmigo’ ” (Mat. 26:38).