- octubre 10, 2024
Jueves 10 de octubre – LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO – SIGNOS DE DIVINIDAD
SIGNOS DE DIVINIDAD “Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá.…
SIGNOS DE DIVINIDAD
“Jesús respondió: ‘Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?’ ” (Juan 11:25, 26).
Jueves: 10 de octubre
LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
Juan 11 está lleno de tristeza: la triste noticia de la enfermedad de un querido amigo (Juan 11:1-3); el llanto por su muerte (Juan 11:19, 31, 33); el lamento de las hermanas de que Lázaro no habría muerto si Jesús hubiera estado presente (Juan 11:21, 32); y las propias lágrimas de Jesús (Juan 11:35).
Jesús esperó dos días antes de emprender el viaje hacia el hogar de Lázaro (Juan 11:6) y dijo incluso que se alegraba de no haber ido antes (Juan 11:14, 15). Esto no fue un acto de insensibilidad hacia el sufrimiento de Lázaro y de sus hermanas, sino su deseo de revelar más plenamente la gloria de Dios.
Cuando llegamos a Juan 11:17 al 27, Lázaro llevaba cuatro días muerto y su cuerpo ya estaba en franco proceso de descomposición. Como dijo Marta: “Señor, hiede ya, que es de cuatro días” (Juan 11:39). Sin duda, el retraso de Jesús solo contribuyó a que el milagro que siguió fuera aún más asombroso. ¿Resucitar un cadáver en avanzado estado de descomposición? ¿Qué mejor prueba podía dar Jesús de que era Dios mismo?
Y, como Dios, como aquel que creó la vida al comienzo, Jesús tenía poder sobre la muerte. Así, Jesús aprovecha esta oportunidad, la de la muerte de Lázaro, para revelar una verdad crucial acerca de él mismo. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre” (Juan 11:25, 26).
Lee Juan 11:38 al 44. ¿Qué hizo Jesús para apoyar su afirmación?
Juan 11:38-44
38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
Así como Jesús demostró que él es la Luz del mundo (Juan 8:12; 9:5) al dar la vista al ciego (Juan 9:7), aquí resucita a Lázaro de entre los muertos (Juan 11:43, 44), demostrando así que él es la Resurrección y la Vida (Juan 11:25).
Este milagro, más que ningún otro, señala a Jesús como el Dador de vida, como Dios mismo. Es, además, un fuerte apoyo a la aseveración de Juan de que Jesús es el Hijo divino de Dios, y de que quienes creen pueden tener vida a través de él (Juan 20:30, 31).
Sin embargo, cuando llegamos al final de esta asombrosa historia (Juan 11:45-54), que suscitó la fe en muchos de sus testigos (Juan 11:45), se despliega una poderosa pero triste ironía: Jesús demuestra que puede resucitar a los muertos, pero sus enemigos creen que pueden detenerlo matándolo. ¡Qué ejemplo de las debilidades humanas en contraste con la sabiduría y el poder de Dios!
Comentarios Elena G.W
[Cristo] lloró junto a la tumba de Lázaro debido a que no le iba a ser posible salvar a todos aquellos a quienes el poder de Satanás había hundido en la muerte. Se dio a sí mismo en rescate por muchos, a saber, por todos aquellos que quisieran aprovechar del privilegio de volver a ser leales a Dios… Cuando resucitó a Lázaro de la tumba, sabía que por esa vida debía pagar el rescate en la cruz del Calvario. Cada rescate que se hiciera le iba a producir la más profunda humillación. Debía probar la muerte por todos los hombres…
Se dio cuenta de que solo él podía rescatarlos del profundo foso en que habían caído. Sólo él podía poner sus pies en la senda recta; solo su perfección podía contrarrestar su imperfección. Sólo él podía cubrir su desnudez con su propio manto de justicia inmaculada. El es fuerte para liberar. La ayuda proviene de Uno que es poderoso. Él rodea al hombre con su largo brazo humano, mientras que con su brazo divino se sostiene en la omnipotencia (Sons and Daughters of God, p. 25; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 27).
No era solo por su simpatía humana hacia María y Marta por lo que Jesús lloró. En sus lágrimas había un pesar que superaba tanto al pesar humano como los cielos superan a la tierra. Cristo no lloraba por Lázaro, pues iba a sacarle de la tumba. Lloró porque muchos de los que estaban ahora llorando por Lázaro maquinarían pronto la muerte del que era la resurrección y la vida. Pero ¡cuán incapaces eran los judíos de interpretar debidamente sus lágrimas! Algunos que no podían ver como causa de su pesar sino las circunstancias externas de la escena que estaba delante de él, dijeron suavemente: «Mirad cómo le amaba». Otros, tratando de sembrar incredulidad en el corazón de los presentes, decían con irrisión: «¿No podía este que abrió los ojos al ciego, hacer que este no muriera?» Si Jesús era capaz de salvar a Lázaro, ¿por qué le dejó morir?
Con ojo profético, Cristo vio la enemistad de los fariseos y saduceos. Sabía que estaban premeditando su muerte. Sabía que algunos de los que ahora manifestaban aparentemente tanta simpatía, no tardarían en cerrarse la puerta de la esperanza y los portales de la ciudad de Dios. Estaba por producirse, en su humillación y crucifixión, una escena que traería como resultado la destrucción de Jerusalén, y en esa ocasión nadie lloraría los muertos. La retribución que iba a caer sobre Jerusalén quedó plenamente retratada delante de él. Vio a Jerusalén rodeada por las legiones romanas. Sabía que muchos de los que estaban llorando a Lázaro morirían en el sitio de la ciudad, y sin esperanza (El Deseado de todas las gentes, pp. 490, 491
La bendita Biblia nos da un conocimiento del gran plan de salvación y nos muestra cómo cada persona puede tener vida eterna. ¿Quién es el autor del Libro? Jesucristo. El es el Testigo Fiel, y le dice a los suyos: «Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano». Juan 10:28. La Biblia está para mostrarnos el camino a Cristo, y en Cristo se revela la vida eterna (Ser semejante a Jesús, p. 125).