Jueves 11 de enero – OH, RESTÁURANOS OTRA VEZ – ENSÉÑANOS A ORAR
ENSÉÑANOS A ORAR “Un día estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:…
ENSÉÑANOS A ORAR
“Un día estaba Jesús orando en un lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: ‘Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos’ ” (Luc. 11:1).
Jueves: 11 de enero
OH, RESTÁURANOS OTRA VEZ
Lee Salmo 60:1 al 5. ¿Para qué ocasiones crees que este salmo sería una oración adecuada? ¿Cómo podemos beneficiarnos de los salmos de lamento incluso en momentos alegres de la vida?
Salmo 60:1-5
1 Oh Dios, tú nos has desechado, nos quebrantaste; Te has airado; ¡vuélvete a nosotros! 2 Hiciste temblar la tierra, la has hendido; Sana sus roturas, porque titubea. 3 Has hecho ver a tu pueblo cosas duras; Nos hiciste beber vino de aturdimiento. 4 Has dado a los que te temen bandera Que alcen por causa de la verdad. Selah 5 Para que se libren tus amados, Salva con tu diestra, y óyeme.
Los salmos de lamento suelen entenderse como oraciones de personas que viven tiempos difíciles, ya sean físicos, psicológicos o espirituales. O las tres cosas.
Sin embargo, esto no significa que debamos evitar estos salmos, incluso en los buenos tiempos. A veces, puede haber una divergencia total entre las palabras del salmo y la experiencia presente del adorador. Sin embargo, los salmos de lamento pueden ser beneficiosos para los adoradores que no están en dificultades.
En primer lugar, pueden hacernos más conscientes de que el sufrimiento forma parte de la experiencia humana general, y que le llega tanto a justos como a injustos. Los salmos nos aseguran que Dios tiene el control y que nos da fuerza y soluciones en tiempos difíciles. Incluso en este salmo, en medio de la angustia (“Hiciste temblar la tierra”, Sal. 60:2), el salmista muestra su esperanza final en la liberación de Dios.
En segundo lugar, los salmos de lamento nos enseñan a ser compasivos con los que sufren. Al expresar nuestra felicidad y gratitud a Dios, especialmente en público, debemos tener en cuenta a los más necesitados. Claro, puede ser que ahora la estemos pasando bien, pero ¿quién no conoce gente, a nuestro alrededor, que sufre terriblemente? Orar estos salmos puede ayudarnos a no olvidar a quienes pasan por momentos difíciles. Los salmos deberían evocar en nosotros la compasión y el deseo de atender a los que sufren, como lo hizo Jesús.
“Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a los cautivos de Satanás. Él era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartía vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para recibir su poder sanador. Sabía que quienes le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo, no se negaba a sanarlos. Y, cuando la virtud de Cristo penetraba en estas pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El evangelio posee todavía el mismo poder, y ¿por qué no habríamos de presenciar hoy los mismos resultados?” (Elena de White, El ministerio de la bondad, pp. 27, 28).
¿A quién conoces, en este momento, que necesite no solamente tus oraciones, sino también que lo ayudes de manera práctica?
Comentarios Elena G.W
Jesús es nuestra única esperanza. Podemos contemplarlo: Es nuestro Salvador. Podemos confiar en su palabra y depender de él. Sabe exactamente qué clase de ayuda necesitamos, y podemos confiar seguramente en él. Si dependemos únicamente de la sabiduría humana para conducirnos, nos hallaremos en el bando de los perdedores. Pero podemos acudir directamente al Señor Jesús, pues él ha dicho: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Tenemos el privilegio de aprender de [él] (Testimonios para los ministros, p. 486).
Nuestro Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. «El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias» (Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter.
Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres (El ministerio de curación, p. 11).
Los ángeles del cielo… están al lado de todos aquellos que prestan servicio a Dios ministrando a sus semejantes. Y tenéis la cooperación de Cristo mismo. El es el restaurador, y mientras trabajéis bajo su dirección, veréis grandes resultados.
Cristo está tratando de elevar a todos aquellos que quieran ser elevados a un compañerismo consigo, para que podamos ser uno con él, como él es uno con el Padre. Nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y la calamidad a fin de sacarnos de nuestro egoísmo; trata de desarrollar en nosotros los atributos de su carácter: la compasión, la ternura y el amor. Aceptando esta obra de ministración, nos colocamos en su escuela, a fin de ser hechos idóneos para las cortes de Dios…
«Si guardares mi ordenanza —declara el Señor , entre estos que aquí están te daré plaza», Zacarías 3:7. aun entre los ángeles que rodean su trono. Cooperando con los seres celestiales en su obra en la tierra, nos estamos preparando para su compañía en el cielo. Los «espíritus administradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salud» (Hebreos 1:14), los ángeles del cielo, darán la bienvenida a aquel que en la tierra vivió no «para ser servido, sino para servir» (Mateo 20:28) (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 320, 321).