Jueves 11 de mayo – ADOREN AL CREADOR

ADOREN AL CREADOR “ ‘Señor y Dios, digno eres de recibir gloria, honra y poder; porque tú creaste todas las…

 Jueves 11 de mayo – ADOREN AL CREADOR

ADOREN AL CREADOR

“ ‘Señor y Dios, digno eres de recibir gloria, honra y poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad fueron creadas y existen’ ” (Apoc. 4:11).

Jueves: 11 mayo

EL CREADOR EN LA CRUZ

Por más que nos maravillemos y adoremos al Señor como nuestro Creador, hay algo más. Como ya hemos visto, pero vale la pena repasar, debemos considerar que nuestro Creador es también nuestro Redentor. El Dios que nos creó es el mismo Dios que nos redimió. El Dios que dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gén. 1:26), es el mismo que, en la Cruz, clamó: “ ‘Elí, Elí, ¿lama sabactani?’ Esto es: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’ ” (Mat. 27:46). ¡A propósito de razones para temer a Dios o, más aún, para darle gloria y adorarlo!

¿Cómo podemos nosotros, como seres humanos caídos, responder adecuadamente a una verdad tan asombrosa como esta? ¿Qué podríamos hacer en respuesta? El mensaje del primer ángel nos dice qué hacer: “ ‘¡Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adoren al que hizo el Cielo y la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas’ ” (Apoc. 14:7).

Lee Juan 19:16 al 30, el relato de Juan sobre Jesús en la cruz. Mientras lo lees, piensa en los pasajes bíblicos que hemos visto acerca de Jesús como Creador, como aquel por quien “fueron creadas todas las cosas, las que están en los Cielos y las que están en la Tierra, visibles e invisibles; sean tronos, dominios, principados o autoridades. Todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16). ¿Cómo debemos responder a esta asombrosa expresión del amor de Dios?

 

Juan 19:16-30

16 Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron. 17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19 Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito. 23 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24 Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados. 25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.

El mensaje del primer ángel, que exhorta a adorar al Creador, llegó después de la Cruz, después de que el Universo expectante y los seguidores de Cristo supieran que aquel que “hizo el cielo y la Tierra, el mar y las fuentes de las aguas” es el mismo que, aunque era Dios, “tomó la condición de siervo y se hizo semejante a los hombres. Y quien, al tomar la condición de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:7, 8).

Qué espectáculo tan asombroso debió haber sido para quienes conocieron a Jesús antes de que viniera a la Tierra como ser humano. Con razón los seres celestiales también lo adoran. En cuanto a nosotros, redimidos por su sangre, ¿qué más podemos hacer, sino adorar a nuestro Creador y Redentor?

A la luz de la Cruz, ¿por qué es tan herética la idea de que los seres humanos caídos pueden añadir algo a lo que Cristo hizo en la Cruz? ¿Cuál de nuestras obras podría agregarse a lo que el Creador ya ha hecho por nosotros?

Comentarios Elena G.W

Cristo me ha dado palabras que hablar: «Deben nacer de nuevo, o nunca entrarán en el reino de los cielos». Por consiguiente, todos los que tienen una correcta comprensión de este tema deberían abandonar su espíritu de controversia y buscar al Señor con todo su corazón. Entonces hallarán a Cristo y podrán dar un carácter distintivo a su experiencia religiosa. Deberían poner claramente este asunto -la sencillez de la verdadera piedad- delante de la gente en cada discurso. Esto tocará las cuerdas del corazón de toda alma hambrienta y sedienta que anhela obtener la seguridad de la esperanza y la fe y la perfecta confianza en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo.

Sea hecho claro y manifiesto que no es posible mediante mérito de la criatura realizar cosa alguna en favor de nuestra posición delante de Dios o de la dádiva de Dios por nosotros. Si la fe y las obras pudieran comprar el don de la salvación, entonces el Creador estaría obligado ante la criatura. En este punto la falsedad tiene una oportunidad de ser aceptada como verdad… Si el hombre no puede, por ninguna de sus buenas obras, merecer la salvación, entonces esta debe ser enteramente por gracia, recibida por el hombre como pecador porque acepta y cree en Jesús. Es un don absolutamente gratuito (Fe y obras, p. 17).

Jesús, resplandor de la gloria de su Padre, «no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo». Filipenses 2:6, 7. Consintió en pasar por todas las experiencias humildes de la vida y en andar entre los hijos de los hombres, no como un rey que exigiera homenaje, sino como quien tenía por misión servir a los demás. No había en su conducta mancha de fanatismo intolerante ni de austeridad indiferente…

Jesús se vació a sí mismo, y en todo lo que hizo jamás se manifestó el yo. Todo lo sometió a la voluntad de su Padre. Al acercarse el final de su misión en la tierra, pudo decir: «Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese». Y nos ordena: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón». Juan 17:4; Mateo 11:29 (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 17, 18).

Jesús dijo: «Yo, si fuere levantado en alto de sobre la tierra, a todos los atraeré a mí mismo». Juan 12:32. Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que murió por los pecados del mundo; y mientras contemplamos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comienza a revelarse a nuestra mente y la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor Incomprensible; y a medida que el pecador lo contempla, este amor enternece el corazón, impresiona la mente e Inspira contrición al alma…

El pecador puede resistir a este amor, puede rehusar ser atraído a Cristo; pero si no se resiste, será atraído a Jesús; el conocimiento del plan de la salvación le guiará al pie de la cruz, arrepentido de sus pecados, los cuales causaron los sufrimientos del amado Hijo de Dios (El camino a Cristo, pp. 26, 27).

Elena G.W

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